«Si vivo o si muero, es para el Señor», dice Preetha*, una mujer cristiana de la India. No lo dice a la ligera; su decisión de seguir a Jesús casi le cuesta la vida. Pero por la gracia de Dios, y gracias a tu ayuda y oraciones, sobrevivió. Esta es su historia.
Cuando Preetha se despertó en el hospital, lo primero que sintió fue dolor por todo el cuerpo, en su pierna, en su cabeza y en su mano. Se miró la mano, que casi no parecía una mano. Tenía profundos cortes en cuatro dedos y en la palma, y sangre por todas partes.
Poco a poco sus ojos vieron más nítidamente. Una luz brillante estaba ante ella. Podía oler a desinfectante.
Estaba en un hospital.
El dolor latía por su cuerpo, pero lo peor venía de su mano.
Sus ojos se bañaron en lágrimas. Vio a su hija Mirai*, en la cama de al lado, con cortes profundos y moratones. «¿Qué ha ocurrido?», pensó, tratando de entender la situación. Entonces recordó todo. Los borrachos. La vara de hierro.
Su hijo se sentó con ella. También lloraba. «No sé qué vamos a hacer ahora», dijo. «Los médicos dicen que no te atenderán porque somos cristianos. ¿Dónde iremos?».
Las lágrimas corrían por el rostro de Preetha. «Voy a morir», pensó.
Unos años antes, fue Navin, el marido de Preetha, quien atacaba a los cristianos. Ella vio una vez cómo Navin arrebataba unos cuantos folletos evangelísticos de la mano de un hombre. Le había visto por el pueblo antes, hablando
de ese tal Jesús.
«Aquí no nos interesan dioses extranjeros», dijo Navin, rompiendo los folletos y tirándoselos a la cara.
«No es un Dios extranjero», tartamudeó el hombre. «Jesús vino a salvar al mundo entero».
«Jesús vino a salvar al mundo entero»
Cristiano perseguido de India
«A mí no», dijo Navin, empujándole fuerte, y haciéndole tambalearse hacia atrás y casi caerse.
Navin había apaleado a uno de estos cristianos antes, esperando que eso les mantuviese alejados. Pero seguían viniendo, y algunos de sus amigos del pueblo hasta decidieron seguir a este Jesús. Navin no lo entendía.
Tus oraciones y apoyo están haciendo posible que los colaboradores locales de Puertas Abiertas provean de ayuda práctica y espiritual a creyentes perseguidos como Preetha, ayudándoles a sobrevivir, pero también mostrándoles que su familia en Cristo no les ha olvidado, ni Dios tampoco.
Preetha dice: «Quiero dar las gracias, no solo a Dios, sino también a su gente que nos ha ayudado. Mi más sentida gratitud».
Por favor, sigue apoyando a tu familia eclesial en la India en oración y actos.
Preetha había sentido lo mismo que estos cristianos. Después de un tiempo, comenzó a preguntarse sobre este Jesús del que siempre estaban hablando.
Su hija, Mirai, tenía una enfermedad en la piel desde la niñez, y era visible. Eso la hacía sentir vergüenza, la señalaban y se reían de ella. Y lo que es peor para una mujer en su comunidad, nunca llegaría a casarse así. A Preetha le preocupaba lo que pudiera ocurrirle.
Intentaron todo lo que los sacerdotes hindúes les decían: ayunaron y oraron a los dioses hindúes, participaron en todo tipo de rituales y ceremonias. Nada ayudó. Mirai no parecía mejorar.
Pero estos cristianos dijeron que Jesús podía sanar a la gente. ¿De verdad valía la pena intentarlo? «Si ese Dios la sana, le serviré el resto de mi vida», dijo Preetha.
Miró sobre Mirai desde su cama en el hospital. A pesar de sus heridas, la piel de Mirai seguía siendo bonita.
Preetha nunca olvidará el día que ella fue con Mirai a pedir al pastor que orara por ella. Se había preguntado si le pediría dinero u otro favor a cambio, pero no les pidió nada. Solo oró a Jesús pidiéndole que sanar la piel de Mirai. ¡Y lo hizo! De Preetha brotaban lágrimas de gozo ese día. Cuando Navin llegó a casa esa noche y vio a Mirai, no podía creerlo. Su piel estaba perfecta.
Y entonces fue su familia la que no podía parar de hablar de Jesús. Navin dejó de beber, dejó su trabajo de fabricación de ídolos hindúes, y al final sintió que Dios le llamaba a ser pastor.
Pero claro, había gente a la que no le gustaba su nueva fe. Uno de ellos fue el padre de Preetha. Estaba encantado con la sanidad de la piel de Mirai, pero había criado a Preetha como una buena hindú y se sintió como si su hija le rechazara a él y a todo lo que le había enseñado al rechazar su fe tradicional.
Pero Preetha oró por su padre.
Dios, nos has elegido. Así que, salva a nuestros familiares a través de nosotros también».
Poco a poco, el corazón de su padre se ablandó. Le pedía a Preetha que orara por él cuando estaba enfermo. Y ya había decidido seguir a Jesús antes de morir.
Pero no ocurrió eso con todo el mundo. La gente los amenazaba, diciéndoles que cesaran de reunirse en su iglesia y de seguir con el ministerio. Decía que el cristianismo era una religión extranjera, y que eran ‘anti-indios’ por seguir a Jesús.
Y al final, estas amenazas se convirtieron en acciones.
Preetha y Mirai habían ido con Navin a orar con una mujer de la iglesia, Vinita. Estaba con su hija bebé y su hermana; su marido estaba en el trabajo aún. Después de haber estado un rato orando, estaban tomando té cuando oyeron fuera un alboroto.
A medida que el volumen subía, podían oir a la gente gritar: «¿Dónde están los cristianos?»
Entonces, de repente, un grupo de hombres irrumpió a través de la puerta –en segundos llenaron la pequeña casa–. Apestaban a alcohol.
Todo pareció ocurrir muy rápido. El líder del grupo agarró a Navin por la camiseta. «No queremos cristianos aquí.»
Los otros hombres destruyeron todo lo que había a la vista. Preetha vio con horror como uno de ellos cogió a la bebé de Vinita y la arrojó al suelo. La bebé chillaba. Preetha fue a cogerla, pero uno de los hombres la cogió por el brazo. Tenía una vara de hierro, y la levantó sobre la cabeza de Preetha. Esta subió su mano para tratar de parar la sangre y entonces todo se volvió oscuro.
En el hospital, Vinita vino y se sentó junto a la cama de Preetha. Su bebé estaba en su regazo. Gracias a Dios, la pequeña había sobrevivido a la situación sin heridas serias. Vinita no parecía haber tenido tanta suerte; había sangre en su cabeza, en sus manos, pero no había sido tan brutalmente herida como Preetha. Los ojos de Vinita estaban cerrados: estaba orando. Preetha la oyó susurrar: «Padre, muestra Tu poder. Sánanos.»
Preetha había visto sanar a Dios. Lo había hecho con la piel de Mirai ante sus ojos. Pero ¿elegiría hacer lo mismo ahora con ella? ¿O la estaba llamando a casa?’
En realidad, Dios tenía otro plan.
Navin estaba junto a su cama ahora. «Preetha, he estado hablando con el pastor Jeet. Dice que su equipo nos ayudará. Van a llevarnos a otro hospital donde sí te atenderán».
Sintiendo la pregunta en sus ojos, le dijo: «Vas a estar bien».
El ataque a Preetha y su famlia no es algo aislado. Los colaboradores locales de Puertas Abiertas esperaban que el confinamiento por el Covid-19 supondría menos ataques a los cristianos en 2020, pero no ha sido así. Cientos de creyentes fueron atacados físicamente durante 2020. Preetha es solo una de muchos que han vivido la violencia por su fe en Jesús.
Gracias a tu ayuda y oraciones, el pastor Jeet, un colaborador local de Puertas Abiertas, fue capaz de llevar a Preetha a otro hospital y pagar su tratamiento. Preetha dijo: «Si los socios de Puertas Abiertas no nos hubieran ayudado, habría muerto».
Tu apoyo ha hecho posible que Puertas Abiertas ayude a Preetha y su familia con ayuda legal. Tienen archivado un caso contra sus atacantes. Nos pide que oremos por ellos: «Ora por los perseguidores que se oponen a Dios, para que puedan conocer su amor».
A pesar del trauma que ha vivido, dice sentirse consolada por la Palabra de Dios. Cita Isaías 49:15, que dice «¿Puede una madre olvidar al bebé que amamantar y no tener compasión del hijo que dio a luz? ¡Aunque ella pueda olvidarte, yo nunca te olvidaré!»
Esta palabra me fortalece», dice. «Dios está siempre conmigo».