Desastre tras desastre.
Desastre tras desastre. Ese es un buen resumen de lo que les ocurrió a muchos sirios el 6 de febrero, cuando el terremoto sacudió el noroeste de Siria. Esa parece ser también la historia de la vida de muchos sirios en la última década, como la de
Ferial Jamil Labbad, por ejemplo. Desplazada de Alepo a Latakia en 2011 a causa de la guerra, esta semana ha tenido que huir de nuevo para salvar su vida.
Gracias a Dios, ella y su familia están bien. Incluso su apartamento, en la cuarta planta de un edificio, sigue siendo habitable. Pero ahora la familia permanece en la iglesia. «Aquí nos sentimos seguros», dice a uno de los colaboradores
de Puertas Abiertas.
La gente encuentra refugio en las iglesias de Alepo.
La mañana del 6 de febrero permanecerá para siempre en su mente. «Justo después de las 4:15 me desperté oyendo a mi marido decir con miedo en la voz ‘Oh, Dios mío, oh, Dios mío’». Inmediatamente, sintió lo que estaba ocurriendo. Todo sucedió
como en un reflejo. «Nuestra cama temblaba. Mi hija gritó ‘¿qué está pasando?’ Mi marido gritó: ‘Aquí no estamos seguros, escondámonos en el baño’. Entramos corriendo, gritando, orando. Cuando paró, nos pusimos la ropa y salimos a la calle. Todo
el mundo estaba en la calle. La gente estaba muy alterada, asustada. Estuvimos fuera una hora y media. Llovía a cántaros y hacía mucho frío».
Al ver que el edificio no había sufrido daños, volvieron a entrar. «Estaba muy asustada. No sabíamos qué hacer. Estaba orando a Dios para que nos ayudara. Es difícil describir mis sentimientos, fue muy duro. Gracias a Dios vimos que nuestra casa
seguía bien. Pero como vivimos en el cuarto piso, pensamos que era demasiado peligroso quedarnos allí, por eso ahora nos quedamos en la iglesia».
Junto con otras 20 personas, encontró refugio en esta iglesia. «Eso significa mucho para mí y para mi familia. Estoy muy contenta de que podamos quedarnos aquí, aquí nos sentimos seguros. Aquí estamos todo el tiempo orando y adorando a Dios. Incluso nos
reímos, olvidando el terrible terremoto que ocurrió».
Una sonrisa en su rostro.
«Doy las gracias a las personas que nos apoyan, doy gracias a Dios por vosotros. Ponéis en práctica lo que Jesús enseña, muchas gracias por ayudarnos».
Sabe que se necesita mucha más ayuda. «Sufrimos por este desastre. Mucha gente se ha quedado sin hogar, muchos necesitan comida, cobijo, mantas. Ahora hace mucho frío, Siria necesita mucho. Los niños, lo siento mucho por ellos, necesitan vuestra ayuda».
Ferial vive ahora en la ciudad mediterránea de Latakia, en Siria, como familia desplazada. Vive allí con su marido Ghandi, su hija Anna María y su hijo Ohannes. Trabaja en uno de nuestros Centros de Esperanza como maestra de niños. Es una fiel asistente
a la iglesia. Todos los domingos y miércoles la encontrarás allí. «La Iglesia es mi casa y la gente de la iglesia son mis hermanas y hermanos, yo no puedo vivir mi vida sin venir a la iglesia», dijo antes. «Estoy aprendiendo a perdonar a los
demás, a aceptarlos tal como son y a amar a todo el mundo en la medida de lo posible».
Como maestra en uno de los Centros de Esperanza, puede trabajar con los talentos que Dios le ha dado. «Amo a los niños como si fueran míos, quiero que conozcan a Jesús e invierto en ellos para que tengan éxito. Los profesores son como una familia para
mí; todos trabajamos para lograr ese gran objetivo de extender el reino de Dios.»
También en 2023 el centro seguirá acogiendo a niños, pero, debido al terremoto, esta semana se han interrumpido las actividades.
En Latakia viven en un pequeño apartamento con un dormitorio y un salón. Los cuatro comparten el mismo dormitorio, queda poco espacio para otras cosas aparte de las cuatro camas.
¿Qué está haciendo Puertas Abiertas desde el terremoto de Siria?
A través de nuestra organización colaboradora, empezamos evaluando las necesidades del país, concretamente de la iglesia y de los cristianos que viven en las zonas afectadas. Empezamos apoyando a varias iglesias que abrieron las puertas para dar cobijo
a familias que perdieron sus hogares o que aún no pueden regresar a ellos. Con nuestro apoyo, las personas reciben alimentos y, en algunos casos, mantas y colchones.
100 €
Podrían contribuir a que una familia reciba ayuda médica.
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