Solo hay 406 000 cristianos viviendo en Uzbekistán, el 1,1% de una población de 35,6 millones.
Uzbekistán, antiguo Estado soviético, sigue gobernado por un gobierno autoritario que vigila estrechamente a la población, especialmente a los grupos de creyentes. Un experto en el país cuenta que, en una parte de Uzbekistán, «cada pastor y su familia son vigilados por unas treinta personas. Se vigila cada paso».
Las iglesias ortodoxas rusas históricas son las que menos persecución sufren por parte del gobierno, pero no se les permite compartir su fe con el resto de la población uzbeka. Todas las demás comunidades cristianas sufren algún tipo de vigilancia y presión. Las iglesias no aprobadas ni registradas por el Estado suelen ser objeto de redadas policiales, con detenciones, amenazas y multas por celebrar reuniones ilegales.
La inmensa mayoría de la población de Uzbekistán es musulmana y los nuevos creyentes cristianos de familias musulmanas son los más perseguidos, tanto por el Estado como por sus propias familias y comunidades. Abandonar el islam se percibe como una traición y supone una gran vergüenza para la familia. Estos nuevos creyentes se enfrentan a amenazas, encierros, divorcios, destierros y maltrato físico.
Aunque la clasificación de Uzbekistán no cambió respecto a la de la Lista Mundial de la Persecución del año pasado, la puntuación real de la persecución en el país ha aumentado. Las familias, los amigos y los vecinos musulmanes presionan sobre todo a los conversos. Mientras tanto, el gobierno impone muchas restricciones a las actividades eclesiásticas y los cristianos pertenecientes a iglesias no registradas han sufrido redadas policiales, amenazas, detenciones y multas.
«Cuando mi marido encontró mi Biblia, me agredió durante horas, golpeándome y dándome patadas en la cara, las manos y las piernas, mientras me gritaba nombres desagradables y me decía que me había traicionado a él y al verdadero Dios. Me dijo que él nos mantenía a mí y a los niños y que solo él tenía derecho a decidir en qué dios debía creer. En mi corazón, sabía que no estaba sufriendo en vano. Sufro por el nombre de Jesucristo»
Anara, mujer cristiana de Asia Central
El Estado viola los derechos de todos los cristianos, pero vigila especialmente a los líderes de iglesia. Los creyentes de trasfondo musulmán también sufren persecución por parte de sus comunidades.
Aunque las leyes de Uzbekistán otorgan los mismos derechos a hombres y mujeres, la cultura islámica tradicional considera a la mujer como subordinada al hombre. Esto se refleja en el tipo de persecución que sufren las mujeres cristianas uzbekas.
Todas las conversas del islam son vulnerables al aislamiento, arresto domiciliario, secuestro, matrimonio forzado, divorcio, abusos verbales y violencia sexual. Incluso se ataca a mujeres y niñas con el fin de infligir un daño mayor a las familias. Los incidentes de violencia doméstica rara vez se denuncian o se castigan.
La mayoría de los líderes de iglesias son hombres y suelen estar intensamente vigilados por las autoridades, a menudo con la intención de infundir miedo a comunidades cristianas enteras y mantenerlas a raya. Se les puede multar, detener, golpear, denegar el visado de salida del país o someter a arresto domiciliario por delitos como celebrar una reunión catalogada como ilegal por el gobierno, tener literatura cristiana o incluso una canción de alabanza a Dios en su teléfono móvil.
Los hombres cristianos también pueden ser marginados en sus lugares de trabajo o estudio, ya que su fe afecta a sus perspectivas laborales y a sus condiciones de empleo.
Anara (nombre ficticio) es una mujer de Asia Central de origen musulmán que se convirtió al cristianismo. Era una creyente clandestina, pero un día su marido se enteró y se vio obligada a huir. Los miembros de la Iglesia le encontraron un lugar seguro donde vivir con sus hijos.
«Cuando mi marido encontró mi Biblia, me agredió durante horas, golpeándome y dándome patadas en la cara, las manos y las piernas, mientras me gritaba nombres desagradables y me decía que le había traicionado a él y al verdadero dios. Me dijo que él nos mantenía a mí y a los niños y que solo él tenía derecho a decidir en qué dios debía creer. En mi corazón, sabía que no estaba sufriendo en vano. Sufro por el nombre de Jesucristo»
Anara
Puertas Abiertas fortalece la iglesia en Asia Central proporcionando ayuda de emergencia, Biblias, capacitación ministerial, apoyo en la oración, formación profesional y microcréditos empresariales, así como proyectos de centros de rehabilitación.
Por razones de seguridad, no es posible asociar el nombre de Puertas Abiertas a determinadas actividades en este país. Cuando comuniques proyectos en este país, no uses el nombre del país, sino el de la región: Asia Central.
Señor, oramos por la paciencia, la perseverancia y la resistencia de tu pueblo en Uzbekistán, que no puede vivir libremente su fe. Consuela y sana a quienes han sido rechazados o maltratados por sus propias familias por haber elegido seguirte. Oramos por la justicia en Uzbekistán: que cesen las acusaciones infundadas y las detenciones de personas inocentes. Que tu pueblo se goce cada vez que pueda reunirse. En el nombre de Jesús, amén.