Casi 4,7 millones de los 54,9 millones de habitantes de Myanmar son cristianos. La religión mayoritaria es el budismo.
A medida que Myanmar entra en el quinto año de un conflicto cada vez más violento, no se vislumbra ninguna solución, ni siquiera un alto el fuego. La violencia está teniendo un impacto devastador en la minoría cristiana del país, que es una de las más afectadas por los ataques.
Desde el golpe militar de febrero de 2021, los cristianos se han enfrentado a una mayor violencia y a restricciones más estrictas. Se ha asesinado a creyentes y se han atacado iglesias de forma indiscriminada, incluso aquellas que se encuentran en estados predominantemente cristianos, como Chin, Kayah y Kachin, y en zonas con importantes minorías cristianas, como las divisiones de Sagaing, Yangon e Irrawaddy. Más cristianos que nunca han sido expulsados de sus hogares y han encontrado refugio en iglesias o en los campos de desplazados internos. Algunos incluso se han visto obligados a huir a la selva, donde a menudo carecen de acceso a alimentos y atención médica. Las fuerzas gubernamentales han seguido atacando de forma desproporcionada a aldeas e iglesias cristianas, y también han asesinado a cooperantes y pastores cristianos, a menudo en ataques aéreos.
Más allá del conflicto, los conversos al cristianismo son perseguidos por sus familias y comunidades budistas, musulmanas o tribales por haber abandonado su antigua fe. Las comunidades budistas que pretenden seguir siendo «solo budistas» hacen la vida imposible a las familias cristianas. Los grupos religiosos no tradicionales también sufren oposición, especialmente los situados en zonas rurales y los que se dedican a la evangelización.
Myanmar ha subido dos puestos en la Lista Mundial de la Persecución de este año y ahora figura en la categoría de persecución «extrema». El gobierno militar de Myanmar llevó a cabo un censo nacional para preparar las elecciones de 2025 e impuso el reclutamiento obligatorio en virtud de la Ley del Servicio Militar Popular. Esto ha provocado que muchos cristianos abandonen el país, sobre todo los jóvenes, lo que está causando una escasez de población joven en algunas comunidades cristianas. Los cristianos son objetivo de ataques en muchos lugares y hay muchos desplazados internos y refugiados cristianos. Como los creyentes están dispersos, las iglesias no pueden reunirse y los pastores, que dependen de los diezmos para cobrar sus salarios, no reciben ingresos. Muchas personas, no solo los cristianos, luchan por llegar a fin de mes y algunos ni siquiera pueden permitirse comprar alimentos.
«Estoy muy agradecida de que estés aquí y de que quieras escucharme. Hacía mucho tiempo que nadie nos preguntaba cómo estábamos ni se preocupaba por nuestro bienestar»
Moe Moe (nombre ficticio)
En el último año, la guerra civil de Myanmar se ha enquistado en zonas con una importante presencia cristiana, como el Estado de Chin. Pero la naturaleza generalizada del conflicto y la amenaza a la que se enfrentan los conversos en lugares donde la influencia cristiana es menor, significa que la persecución es un riesgo muy real para nuestros hermanos en distintas partes del país.
En la última década se han logrado algunos avances en materia de derechos de la mujer en Myanmar, pero estos están desapareciendo rápidamente desde que los militares tomaron el poder en febrero de 2021. Las agresiones sexuales y físicas por parte de las fuerzas armadas constituyen una grave amenaza para las mujeres cristianas, especialmente las pertenecientes a minorías étnicas.
Según un proverbio tradicional birmano, «El marido es dios, el hijo es el amo», lo que demuestra que las mujeres en Myanmar son tradicionalmente consideradas inferiores a los hombres. Estas actitudes significan que cualquiera de nuestras hermanas que abandone la fe tradicional de su familia puede enfrentarse a graves persecuciones, incluido el matrimonio forzoso y el arresto domiciliario.
Hay informes de mujeres cristianas del Estado de Kachin, de mayoría cristiana, que son víctimas de tráfico con destino a China, donde son vendidas a hombres chinos. El ejército de Myanmar también persigue a las mujeres cristianas kachin que viven en campos de desplazados internos. Las mujeres desplazadas de los Estados de Kayah, Shan y Chin, de las divisiones de Sagaing y Mandalay, y las que viven como refugiadas, también son víctimas de trata y explotación por mano de obra barata.
En la cultura de Myanmar, se anima a los hombres a buscar trabajo, ya que son el principal sostén de la unidad familiar. Sin embargo, al haber menos empleos disponibles para los conversos, las familias pueden verse en dificultades para sobrevivir. Los hombres cristianos también pueden ser víctimas amenazas, palizas, encarcelamiento e incluso tortura por seguir a Jesús.
El conflicto actual ha provocado que más personas tomen las armas y participen en la guerra. Se sabe que los militares obligan a los hombres cristianos a realizar trabajos forzosos para evitar que asistan a la iglesia. También se han dado casos de pastores perseguidos por disuadir a los jóvenes de unirse a los grupos rebeldes. El régimen militar de Myanmar está aplicando la Ley de Conscripción. Al legalizar la obligatoriedad del servicio militar, la junta se concede a sí misma la licencia para secuestrar ciudadanos, especialmente hombres. Si los ciudadanos hacen caso omiso de la citación, pueden ser enviados a prisión.
Las escuelas budistas Na Ta La pretenden convertir a los niños cristianos, lo que constituye una forma eficaz de impedir que el cristianismo se extienda a la siguiente generación.
Tun Maung (nombre ficticio), es un creyente de Myanmar.
«Cuando cae la noche, llamamos a todo el mundo para que entren en casa, cerramos puertas y ventanas, encendemos lámparas y velas, y permanecemos en el mayor silencio posible»
Tun Maung
A través de colaboradores locales, Puertas Abiertas fortalece a los creyentes perseguidos en Myanmar mediante la distribución de literatura, programas de discipulado y liderazgo, apoyo con medios de subsistencia y ministerios para jóvenes, niños y familias.
Padre Dios, te encomendamos a la Iglesia de Myanmar. Gracias porque Tú eres el Príncipe de la Paz (Isaías 9:6), y te pedimos que ayudes a los cristianos a ser pacificadores incluso cuando se encuentran atrapados entre el ejército y los grupos rebeldes. Protege a los creyentes vulnerables que viven en campos de desplazados, provee sus necesidades y cura sus traumas. Ayuda a los creyentes que se han convertido de tradiciones budistas, hindúes o musulmanas a aprender más sobre Ti y para que puedan reunirse con otros cristianos. Que la Iglesia de Myanmar siga siendo una luz en la oscuridad. Amén.