La mayoría de los colombianos se considera cristiana: el 95 % de la población de 52,34 millones. Pero los cristianos todavía no están a salvo en Colombia, la persecución sigue presente.
La frágil paz entre el Gobierno y los grupos guerrilleros ha tenido un impacto limitado. Aunque la violencia ha remitido, los grupos guerrilleros, que están vinculados generalmente a bandas de narcotraficantes, se han hecho más poderosos y controlan más territorio.
Estos grupos suelen atacar a los cristianos, sobre todo si perciben que estos se oponen a los «negocios» de los cárteles y las bandas. Los líderes cristianos corren especial peligro: se les considera una amenaza para poder influir en los jóvenes, a quienes reclutan y que llegan a constituir gran parte de las filas de los grupos guerrilleros.
Además, en algunas comunidades los predicadores cristianos y los indígenas conversos pueden enfrentarse a la hostilidad por ser considerados traidores a su tribu o comunidad. Estos creyentes viven en riesgo de expulsión de la comunidad, encarcelamiento, ostracismo y otros castigos.
Por último, hay indicios de que el sector público colombiano está menos comprometido con el verdadero pluralismo. Y los cristianos que exponen públicamente sus creencias son acusados de discriminar y de promover discursos de odio. Por eso, algunos optan por la autocensura.
Colombia ha descendido 12 puestos en la Lista Mundial de la Persecución, pero esto no debe interpretarse como una señal de que todo va bien. El éxito del plan de paz entre el Gobierno y los grupos rebeldes ha sido irregular: algunos culpan a ese plan del aumento de la violencia de los cárteles y las bandas de narcotraficantes. Pase lo que pase con el proceso de paz, los cristianos siguen estando en peligro si viven en zonas dominadas por estos grupos guerrilleros, especialmente si se tiene en cuenta que defienden valores de vida distintos a los objetivos de los cárteles. La inestabilidad política hace que el futuro sea incierto.
«Los cristianos aquí deben reunirse en la clandestinidad, por la noche, en silencio, en un lugar apartado que cambia constantemente para evitar ser descubiertos»
David (nombre ficticio), cristiano indígena perseguido por su fe
Los cristianos que viven en zonas controladas por grupos guerrilleros o bandas de narcotraficantes (a veces son lo mismo) suelen ser objeto de presiones o ataques por oponerse a los objetivos de los cárteles.
Los líderes cristianos son especialmente perseguidos si lo hacen.
Los cristianos procedentes de una confesión indígena también pueden sufrir presiones en algunas comunidades, donde pueden ser señalados por su conversión.
En Colombia, las mujeres cristianas de algunas comunidades indígenas pueden ser prometidas en matrimonio por parte de sus familias a hombres no cristianos, para erradicar su fe. También pueden ser abandonadas por sus maridos, separadas de sus hijos, amenazadas, ridiculizadas y condenadas al ostracismo por su comunidad. Esto puede hacer que se vean obligadas a desplazarse, lo que las hace vulnerables a grupos criminales, a la trata de personas y explotación sexual.
En las zonas bajo control criminal, el adoctrinamiento de los niños por parte de la guerrilla también afecta a las niñas cristianas. No solo deben aceptar las ideologías violentas que les imponen, sino que su vulnerabilidad las hace susceptibles de ser secuestradas. También pueden ser víctimas de violación, acoso sexual y trata de personas.
En los territorios controlados por las bandas, las jóvenes cristianas pueden ser objeto de seducción o matrimonio por parte de los líderes de los cárteles debido a su supuesta pureza y obediencia. Estos las atraen con regalos como motocicletas o teléfonos móviles caros. A veces esto suele afectar a familias cristianas, que son sometidas a una presión extrema para entregar a sus hijas.
Los hombres cristianos en Colombia experimentan un mayor nivel de amenaza y violencia en las regiones donde hay conflicto armado. Son los cabezas de familia y, si son pastores, sacerdotes o líderes, representan a la iglesia. Pueden ser víctimas de agresiones físicas. También pueden ser agredidos, secuestrados o extorsionados para obtener beneficios económicos, ser obligados a abandonar sus regiones; e incluso, ser asesinados. Los trabajadores de la iglesia también pueden correr el riesgo de ser asesinados.
Los hombres y niños cristianos corren peligro de secuestro, reclutamiento forzoso y violencia por parte de grupos armados criminales.
En algunas comunidades indígenas, los conversos a formas no aceptadas de cristianismo se enfrentan a presiones extremas: pueden ser golpeados, acosados, amenazados, o enviados a realizar trabajos forzosos en la zona.
David, creyente indígena de Colombia.
«No estoy cerca de mi hermano ni de mi hermana, y estoy distanciado de mi cuñado. Predicar el Evangelio te hace perder el derecho a trabajar en la comunidad. Ya no tengo derecho a trabajar porque, como cristiano, han perdido su confianza en mí».
David (nombre ficticio)
Puertas Abiertas fortalece a la iglesia perseguida en Colombia mediante distribución de Biblias, formación, atención postraumática, proyectos de desarrollo comunitario, ayuda de emergencia y defensa legal.
Dear Heavenly Father, we pray for Christians who risk so much to follow You in Colombia—especially those who live in areas controlled by rebel groups or cartels. We ask You to give them courage but also wisdom; that they would know when and how to speak, and how they can best serve You. Please, work through Your people! In Jesus' name, Amen.