La creciente comunidad cristiana de China asciende actualmente a unos 96,7 millones, poco menos del 7% de la población total del país (1 452 179 000).
El cristianismo en China puede percibirse y tratarse de forma diferente según la región, y siempre está a merced de los caprichos del gobernante Partido Comunista Chino (PCCh). En los últimos años, el gobierno ha tratado enérgicamente de garantizar que todas las expresiones religiosas se ajusten a la filosofía oficial comunista china. Cualquier iglesia o líder religioso que se salga de esa línea puede enfrentarse a fuertes restricciones. Las iglesias no registradas, incluso las que antes se toleraban, se consideran ilegales y están sometidas a una presión cada vez mayor, ya que las autoridades intentan hacer cumplir la normativa y endurecer las políticas. Las iglesias aprobadas por el Estado están sometidas a una fuerte presión ideológica y las congregaciones más pequeñas a menudo se ven obligadas a fusionarse para formar una iglesia más grande y, por tanto, más fácil de controlar por el Estado.
A los menores de 18 años se les prohíbe asistir a la iglesia. Las iglesias registradas oficialmente están cuidadosamente reguladas para asegurarse de que nada de lo que promueven queda fuera de las directrices del PCCh. La vigilancia y el control de todos los presuntos líderes religiosos es una consecuencia de seguir a Jesús en China.
En regiones donde el islam o el budismo tibetano son confesiones mayoritarias, los cristianos conversos pueden enfrentarse a un mayor escrutinio y presión por parte de sus familias y comunidades, y a veces incluso a la violencia.
En China se están aplicando normas más estrictas y el país ha subido cuatro puestos en la Lista Mundial de la Persecución de 2025. Una vez más, las iglesias no registradas se han visto clausuradas por la fuerza y los creyentes han sido obligados a llevar sus congregaciones a la clandestinidad. Las iglesias registradas se enfrentaron a restricciones en cuanto al contenido de sus sermones. Se les exige que coloquen carteles procomunistas y se les vigila. Las autoridades chinas pueden invitar a los líderes de las iglesias a «tomar el té» en cualquier lugar del país, lo que suele ser una excusa poco disimulada para controlar las actividades cristianas. Cada vez son más los líderes de iglesias que son condenados por fraude u otros delitos económicos, y se enfrentan a largas penas de prisión. La relativa apertura que la Iglesia china disfrutó durante muchos años está desapareciendo lentamente. Cada año, la expresión de la fe cristiana se ve sometida a restricciones legales cada vez más complejas.
«Me esposaron y me pasearon por las calles. Todo esto no afectó a mi fe en Cristo y, después de más de veinte años, sigo aferrado a ella hasta el día de hoy»
—Fen*, un anciano creyente en China
Los conversos de grupos étnicos minoritarios de origen musulmán o budista se enfrentan a las violaciones más graves de la libertad religiosa, ya que sufren una presión adicional por parte de sus familias y comunidades. Por lo demás, los cristianos de toda China pueden ser blanco de las autoridades, a veces de forma aparentemente aleatoria.
La política china de un único hijo (ahora abandonada) es conocida por haber creado un desequilibrio demográfico de ambos géneros en el país. Las consecuencias de esta política repercuten en la vulnerabilidad de las comunidades cristianas de los países vecinos, además de suponer una presión adicional sobre las mujeres chinas, que pueden ser vendidas como esposas a hombres chinos y también son vulnerables a la explotación y trata de seres humanos.
Los líderes cristianos están en el punto de mira en China. Puesto que muchas iglesias, sobre todo las iglesias domésticas, están dirigidas por mujeres, estas se ven igualmente afectadas por la persecución, la discriminación y la intolerancia. Pueden ser encarceladas si sus actividades religiosas salen a la luz. Las mujeres conversas del islam y el budismo son las que más presión sufren en caso de que su fe sea descubierta. Los maridos pueden ser presionados para divorciarse de sus esposas conversas chinas, ya que se las considera como traidoras de su grupo étnico.
En China, los líderes cristianos varones se enfrentan a presiones similares a las de las mujeres, pero son especialmente objeto de la vigilancia del gobierno. Algunos sacerdotes católicos y destacados líderes de iglesias domésticas han sido secuestrados. Muchos hombres sufren traumas a consecuencia de las detenciones. Las mujeres también pueden ser detenidas y condenadas por su fe, aunque con menos frecuencia que los hombres cristianos. Los hombres sometidos a detenciones prolongadas no pueden mantener a sus familias económicamente. Debido a esta presión, algunos líderes religiosos se ven obligados a emigrar.
Hollace (nombre ficticio), colaborador de Puertas Abiertas que vive en una zona de mayoría musulmana de China
«Todavía se siguen llevando a algunos líderes religiosos por cosas como “tomar el té” (un eufemismo común para referirse a un interrogatorio casual por parte de los funcionarios). Se ha vuelto inseguro para nuestros hermanos reunirse en grupos; de lo contrario, podrían ser interrogados por las autoridades en cualquier momento»
Hollace
A través de colaboradores e iglesias locales, Puertas Abiertas apoya a los creyentes en China con capacitación en discipulado y supervivencia a la persecución, así como a través de un ministerio de presencia y programas de respuesta. Ayudamos a servir a la generación más joven de creyentes, y proporcionamos literatura cristiana contextualizada a los creyentes que se han convertido del islam o el budismo.
Querido Dios, oímos hablar de China tan a menudo en las noticias. Sabemos lo importante que es el país, lo mucho que ha crecido la Iglesia y los millones de hermanos que viven allí. Y, sin embargo, también nos lamentamos porque cada año parece traer nuevas restricciones. ¿Podrías, por favor, intervenir para que los cristianos puedan adorarte libremente? ¿Ayudarías a tus hijos a mantenerse firmes y a preparar a la próxima generación para que continúe sirviéndote? Te lo pedimos en el nombre de tu Hijo. Amén.