Roman* era un musulmán devoto de Kazajistán cuya obsesión era intimidar a los cristianos, especialmente a los de trasfondo musulmán. Los consideraba «traidores a la verdadera fe». Un año, durante el Ramadán, Roman decidió dar un paso más para expresar su devoción.
Visitó una iglesia bautista local con el único propósito de enfrentarse a los traidores. Sin embargo, cuando comenzó la reunión y el pastor empezó a hablar, Roman no pudo moverse. Ni siquiera podía levantarse; las palabras que oyó habían tocado lo más profundo de su corazón.