Desde joven, Ailin* ha ido a la iglesia con sus padres en un país de Asia Central que no podemos revelar por motivos de seguridad.
Todos ellos nacieron sordos, lo que les trajo una sensación de vergüenza porque muchas personas en esta región ven la discapacidad como una maldición de Alá.
Por lo tanto, la familia de esta pequeña cristiana se veía aislada y recibía maltrato, mayormente por parte de sus parientes lejanos. Cuando sus padres conocieron a otros cristianos sordos, el amor y la aceptación que encontraron los llevó a esa comunidad, una de las muchas que han estado creciendo en Asia Central durante muchos años.
Sin embargo, su iglesia se encontraba a dos horas de su hogar, así que estaba muy lejos como para acudir cada domingo. A medida que Ailin crecía y empezaba a entender por qué iban a la iglesia y quién era Jesús, empezó a querer ir más a menudo.
Pero los parientes lejanos usaban tácticas muy malintencionadas para evitar que fuera a la iglesia con frecuencia.
«Al ver que me gustaba ir a la iglesia y que oraba a menudo, me prohibieron ir. Venían a propósito los sábados y se quedaban para evitar que fuera a la iglesia el domingo»
«Cuando conocí más [acerca de] Jesús, tenía la intención de ir a la iglesia, pero mi familia lejana empezó a impedirlo. Al ver que me gustaba ir a la iglesia y que oraba a menudo, me prohibieron ir. Venían a propósito los sábados y se quedaban para evitar que fuera a la iglesia el domingo», nos contó la pequeña.
Los parientes de Ailin la presionaban constantemente para que renunciase a su fe y, en varias ocasiones, hasta la obligaron a recitar las Kalimas (declaración de fe islámica). Pero ella se negó.
«Empezaron a obligarme a decirlas [las Kalimas], a renunciar a mi fe, al cristianismo. Pero dije: ‘No, conozco a mi Dios, es Jesús. Creo que Él es Dios. Soy cristiana, no musulmana’».
Cuando esta parte de su familia vio que Ailin permanecía firme en su decisión de seguir a Jesús, llamaron a los líderes de la comunidad islámica para presionar a su familia.
«Trajeron a los dirigentes del vecindario, a los que tienen autoridad aquí. Empezaron a decir: ‘¿Por qué te volviste cristiana? ¡Eras musulmana!’, a lo que yo les respondía ‘No, no era musulmana. Nunca dije que lo fuera. Ahora soy creyente, cristiana’. Entraron en mi casa y algunos empezaron a tomar fotos de mi hogar. Dije: ‘No tenéis derecho a tomar fotos de donde vivo. ¿Por qué estáis haciendo esto?’», recuerda la joven.
Ailin no tenía a nadie que la defendiera.
«Como mis padres son sordos, no pueden responder o decir nada y, cuando les humillan, también me prohíben hacer cualquier cosa. ‘Tus padres son sordos, así que no pueden explicártelo. Tienes que ser musulmana porque toda nuestra familia, todo nuestro clan, es musulmán’, me dijeron».
Ailin seguía decidida y rechazó rendirse ante la intimidación. Tras no conseguir ningún progreso, los líderes de la comunidad reportaron a la familia de Ailin ante la policía.
«El día siguiente, a las 6:30 de la mañana, vinieron más de 15 policías. Mi padre no estaba en casa; estaba en el trabajo. Llamaron a la puerta y, cuando salí, me quedé impactada. No entendía por qué habían venido. Era muy pronto. Tenían un documento que les permitía entrar en nuestra casa. No entendía lo que decía; solo veía un papel con un sello», recuerda Ailin.
Quiso llamar a alguien para pedir ayuda, pero los policías no la dejaron avisar a nadie.
«Solo estábamos mi madre, mis hermanos y yo en casa. Pregunté si podía llamar a alguien (al pastor o a un abogado). Me dijeron: ‘No, no tienes derecho a llamar a nadie. Apaga el teléfono y déjalo. Tenemos permiso para entrar en tu casa y mirar todo’».
En una de las estanterías, encontraron un libro cristiano y le preguntaron a Ailin sobre ello.
«Teníamos un libro antiguo con historias cristianas. Encontraron este libro. Lo teníamos desde hacía mucho tiempo. No me acordaba y no se lo llevé. Lo encontraron ellos mismos y empezaron a redactar una especie de documento sobre este libro para decir que habían encontrado ese material religioso en esta casa. Después de ello, dijeron que teníamos que ir a la comisaría de policía y que ahí continuaríamos esta conversación. Mi madre y yo fuimos a la comisaría después de todo esto».
Mientras estaba en la comisaría de policía, Ailin recordaba la promesa de Dios en Isaías 41:10 y cómo así encontró fuerzas para afrontar el interrogatorio de la policía.
«No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia».
Después de seguir con el interrogatorio y no saber qué pasaría con ellas, en un momento la policía dijo que Ailin y su madre podían marcharse y quedaban libres de cargos. Ellas lo ven como un milagro.
Puertas Abiertas ayuda a adolescentes como Ailin a través de sus colaboradores locales mediante diferentes proyectos diseñados para fortalecer a las familias de creyentes sordos.
Nuestro apoyo gracias a ti crea comunidades para que estos jóvenes creyentes puedan compartir sus cargas y crecer juntos en la fe.
Ailin lo agradece así: «Me alegro tanto de haber conocido [a los colaboradores locales de Puertas Abiertas] porque nunca había experimentado el tipo de amor que estas personas me han dado. Puedo decirles lo que me conmueve y orar juntos. He aprendido mucho acerca de Jesús por medio de ellos. También, puedo decir que verdaderamente me estoy convirtiendo en una creyente fuerte gracias a ellos».
Muchos jóvenes como Ailin son rechazados o aislados, y sus familias los menosprecian por su fe en Jesús. Tienen pocas cosas que celebrar y que les traigan alegría.
Pero la Navidad es especial porque es un tiempo en el que se sienten unidos con otros creyentes alrededor del mundo para celebrar el nacimiento de Jesús.
«Recordamos el nacimiento de Jesucristo con nuestra familia. Cocinamos, hacemos diferentes juegos, y celebramos en la mesa. Me gusta mucho esta fiesta porque todo el mundo la celebra y es muy divertido», dice Ailin.
También es el momento en el que nuestros colaboradores locales reparten regalos de Navidad a los jóvenes cristianos. Estos regalos son un pequeño recordatorio de que no están solos y que hay personas que se preocupan por ellos.
Por favor, ora por los niños perseguidos como Ailin. Tus oraciones y apoyos suponen un gran impulso para nuestros proyectos en Asia Central y un pequeño milagro en las vidas de estos niños cristianos perseguidos.
podrían demostrarle a un niño perseguido que no está solo, llevándole a un campamento especial por Navidad con otros creyentes.
«Recordé la promesa de Dios en Isaías 41:10, cuando dice que Él está conmigo»
Señor, gracias porque le has regalado a Ailin un padre y una madre con una fe firme a pesar de su discapacidad y la oposición de su entorno, y gracias también por esta comunidad de la que puede disfrutar en Navidad. Te pido que eso sea un impulso para todo el año y les recuerde a los tres que forman parte de una familia aún mayor. Fortalece su fe y lleva tu amor a su entorno a través de ellos. En el nombre de Jesús, amén.