Mientras Siria sigue lidiando con la caída del régimen de Assad, entre los cristianos hay una mezcla de optimismo precavido y profundo escepticismo. Esta semana hablé con varios sirios que siguen a Jesús. Cada uno de ellos parecía tener su propia frágil esperanza de futuro tras haber pasado ya por tantos años de conflicto, opresión e incertidumbre. Sus historias hablan de un pueblo que, tras décadas de régimen autoritario, se siente a la vez liberado y atrapado, incapaz de deshacerse del pasado e inseguro de lo que le deparará el futuro.
«Ahora nos damos cuenta de la presión a la que estábamos sometidos antes», me dijo un cristiano sirio. «Al menos ahora podemos utilizar la palabra 'dólar', una moneda extranjera para nuestro país, sin miedo». [Nota: Antes, incluso mencionar el nombre de una moneda extranjera era suficiente para meterte en problemas con el Estado de Assad].
«Estamos experimentando una nueva sensación de libertad, algo que nunca antes habíamos conocido». Es un cambio minúsculo pero significativo, ya que los sirios empiezan a vislumbrar un futuro fuera de las asfixiantes garras de un régimen que mantenía a sus ciudadanos bajo vigilancia constante, donde incluso una palabra o un pensamiento casual podían ser peligrosos.
Sin embargo, esta nueva libertad tiene un coste. Para muchos, el futuro parece demasiado incierto y el riesgo demasiado alto. «La visión del futuro es confusa», dice otro creyente, haciéndose eco del sentimiento de ambivalencia que prevalece en nuestra conversación. «Nos enfrentamos a dos extremos aterradores: el extremismo fundamentalista, por un lado, y un peligroso vacío de poder, por otro. Durante los últimos 50 años, como personas e instituciones no hemos estado preparados para un país sin el régimen de Assad».
Casi todas las personas con las que hablé tenían menos de 50 años: nunca han vivido en un país sin un Assad en el poder. El reto ahora no es sólo sobrevivir al actual estado político, sino averiguar cómo reconstruir un país que ha quedado hecho pedazos a nivel social, político y económico, cuando nadie parece saber cómo hacerlo.
Algunos se han adaptado, pero el miedo está ahí. En sus hogares, los cristianos experimentaron breves momentos de felicidad durante los dos primeros días, pero rápidamente volvieron al miedo al recordar la volatilidad que ha marcado la historia de Siria. Ahora se percibe más bien un sentimiento anticipatorio de cautela constante.
«Nos pilló desprevenidos», dice otro cristiano, que describe la transición como despertar de la anestesia para encontrarse con una amarga realidad. «Nos sentimos inseguros y no sabemos qué hacer. Las cosas parecen tranquilas en el exterior, pero llevará tiempo comprender realmente lo que está ocurriendo. Debemos mantener la cautela, seguir vigilando y ofrecer lo mejor de nosotros».
Para algunos, este enfoque cauteloso significa que vigilan las redes sociales para ver si hay indicios de extremismo y cambios políticos. Están captando cuidadosamente la retórica que pueda insinuar esto.
Pero también hay esfuerzos por tranquilizar a la población. Se han celebrado reuniones entre líderes de la oposición y representantes de las iglesias, prometiendo seguridad e inclusión para los cristianos de Siria. Sin embargo, muchos no están dispuestos a confiar plenamente en estas promesas. «Queremos creerles, pero tenemos miedo», admitió un cristiano. «Sentimos que utilizan a los cristianos de Siria como carta política para atraer a Occidente». El sentimiento de ser manipulados, de que varias facciones utilicen su lealtad y sus miedos, cala hondo.
«Nos sentimos inseguros y no sabemos qué hacer. Tenemos miedo»
Cristiano sirio
Algunas zonas rurales, sobre todo las cercanas a las regiones controladas por los kurdos y a Idlib, ofrecen una realidad más oscura. Allí, los cristianos están reforzando sus casas con cemento por miedo a los ataques. En algunos pueblos, las familias cristianas desplazadas han regresado para encontrar sus casas ocupadas por no sirios o incluso convertidas en mezquitas. «No sabemos si la oposición conseguirá expulsar a los ocupantes extranjeros/no sirios», dijo un cristiano.
Otros contaron historias de cristianos expulsados de casas que habían comprado legalmente y en las que habían vivido durante años con el pretexto de una maniobra legal. Estas acciones se consideran un ejemplo más de la frágil seguridad a la que se enfrentan las comunidades cristianas.
Un cristiano sirio ortodoxo de Alepo, el obispo Boutros, enmarcó este momento como uno de profunda reflexión. «Los cristianos están asustados, y eso es normal en una fase de transición como ésta, especialmente tras el devastador impacto de la guerra en la presencia cristiana aquí. Tenemos razón para estar preocupados por el futuro», reconoció. «Pero lo que no es normal es rendirse, no trabajar para mejorar nuestra presencia cristiana y dejar las decisiones en manos de otros. No sólo debemos ser activos políticamente, sino también productivos, ser una parte viva de esta nación. Nuestro papel aquí es vital, [y] también lo es nuestra presencia».
En una nota de voz que compartió con su comunidad de cristianos, Boutros subrayó la importancia del amor al país y de una actitud positiva, incluso frente al miedo. «El miedo y la preocupación conducen al aislamiento, pero debemos hacer renacer la relación con nuestras raíces y con esta tierra».
Las palabras de este cristiano sirio reflejan el reto que tienen por delante los sirios que han decidido seguir a Jesús: cómo navegar por un futuro de incertidumbre aferrándose a su fe. «No temáis, pequeño rebaño», dijo, recordando a su parroquia que «somos la sal de la tierra» y que sólo eso les da fuerza, y les llamó a pasar a la acción.
Por ahora, los cristianos sirios con los que hablé permanecen en un estado de confusión: observando, esperando y confiando en que el futuro sea diferente del pasado. Pero la falta de confianza es palpable, y el futuro es cualquier cosa menos seguro. Algunos están dispuestos a esperar, pero lo hacen con cautela, incapaces de ignorar las lecciones del pasado. Es una esperanza frágil, que se pondrá a prueba a medida que Siria continúe su lento y doloroso camino hacia lo que venga después. Por eso, es tan urgente orar por ellos ahora mismo.
Señor, quiero acompañar en el miedo y la incertidumbre a mis hermanos de Siria. Solo tú sabes qué les deparará el futuro, así que te pido que ellos puedan descansar en eso y que también les traigas una paz duradera a su día a día. Hazles seguir siendo relevantes en su país, protégeles de los nuevos ataques que ya están sufriendo y extiende su mensaje de amor para que hasta los que les persiguen te conozcan. Lleva tu amor a Siria, Padre. En el nombre de Jesús, amén.