Gran parte de la península arábiga está cubierta por el desierto. La arena, la suciedad y el polvo se arremolinan en torno a las autopistas que cruzan el paisaje, y el horizonte está salpicado de gigantescas plantas desalinizadoras que convierten el agua del mar en agua potable.
El agua es la clave para que la región siga floreciendo y para que lugares como Abu Dabi, Doha, Riad y Dubái sigan siendo destinos para empresas y turistas. El desierto es también una buena metáfora de la realidad religiosa de la península arábiga. Aquí, en el hogar del islam, hay mucha gente sedienta de sentido.
Y Dios está trabajando, llevando a la gente a Jesús. Estas personas son el futuro de la iglesia allí: gente como Nadia*.
«Así que, si miro atrás, él me buscaba desde que era muy joven».
Cuando nos encontramos con Nadia por primera vez, está claro que hay algo diferente en ella. No le gusta llevar el velo que es tan tradicional en el lugar donde vive, pero accede a hacerlo durante nuestra conversación para que nadie la reconozca en las fotografías. Si se descubriera su fe en Jesús, podría haber consecuencias devastadoras para ella.
Mientras habla, sus palabras son amables y confiadas. Es una mujer que ha pasado por pruebas, pero que sabe en qué cree y cómo hablar de ello. Es un conocimiento que proviene de toda una vida de hacer preguntas que la gente no estaba interesada en responder. «Gran parte de esta región está cubierta por el desierto», dice. «Y así es el sentir espiritual. Desde el principio supe que había algo terriblemente extraño en el islam, y nunca me interesó explorarlo. Me considero una buscadora. Desde que era muy joven, desde el momento en que conceptualicé la idea de Dios, he estado buscando. Dios y la búsqueda de la verdad han sido una de las partes principales de mi vida».
Así que empezó a buscar. Pero en la península arábiga, un viaje así no es algo fácil ni seguro. «Había repercusiones reales cuando se hacían preguntas espirituales», recuerda Nadia. «Por ejemplo, cuando tenía siete años estaba en la escuela y había un tema interesante sobre el libre albedrío. Hice una pregunta muy desafiante al profesor y, por el contrario, en lugar de animarme, me metí en problemas. Recuerdo que mi madre —para que yo estuviese tranquila y segura— me dijo: “No hagas preguntas, limítate a hacer lo que tienes que hacer, termina la escuela, eso es lo que necesitas hacer”».
La búsqueda de Nadia la alejó del islam. Encontró algo que, según ella, es un problema masivo y secreto en la península arábiga: la Nueva era y las prácticas ocultistas.
«En la última década y media ha aumentado mucho la curiosidad, sobre todo por la Nueva era», dice Nadia. «También tenemos que entender que la cultura de Oriente Medio está repleta de todo tipo de cosas místicas como demonología, magia, lecturas del Tarot y todo este tipo de cosas. La gente es muy, muy curiosa».
Ese tipo de misticismo tiene sorprendentes raíces en las creencias islámicas, aunque la mayoría de los musulmanes no explore cosas como la práctica de la Nueva era. «En la península arábiga, en la ideología islámica, la demonología y el mundo espiritual están muy aceptados», afirma Nadia. «Está en el Corán y la gente lo acepta. Se utiliza sobre todo para instigar el miedo. Es un mecanismo de control».
El interés cultural por el reino místico ayudó a Nadia a iniciar su exploración de la Nueva era y el ocultismo. «Eso despertó mi curiosidad», dice. «Así que una cosa llevó a la otra: todo lo que nos gusta o por lo que sentimos curiosidad, si no es bueno, puede tener un efecto de bola de nieve. Así que, año tras año leyendo varios libros, viendo diferentes documentales, hablando con diferentes personas y viajando a diferentes lugares me llevó a este mundo de todo tipo de cosas extrañas».
Sin embargo, mientras se adentraba en este nuevo tipo de poder, su vida personal se desmoronaba. Se había distanciado de su familia, que la maltrataba emocionalmente y la aislaba. Pasó meses sin hablar con sus padres. Se encontraba en su momento más bajo, preguntándose por qué sus nuevas creencias no le habían dado sentido.
Fue entonces cuando Jesús la encontró.
«Justo antes de encontrar a Jesús estaba en el momento más bajo de mi vida, y echando la vista atrás a todas las situaciones difíciles en las que me encontré, supe que ese fue el peor», recuerda Nadia. «Sentía que no había esperanza, y ya hacía como un año que estaba muy enfadada con Dios, muy enfadada con él. Tenía mucha rabia y dejé de hablarle».
Pero al mirar atrás en su vida, Nadia ve que Jesús la buscaba mucho antes de que ella supiera quién era él en realidad. «He sabido quién es Jesús desde que era una niña», dice. «Tengo herencia occidental y familia creyente por parte de mis padres, así que no era un concepto extraño para mí. Sabía quién era Jesús, pero había muchas lagunas en la comprensión de diversas historias de la Biblia y no tenía ni idea de lo que era realmente el Evangelio. Así que, si miro atrás, él me buscaba desde que era muy joven. Y tuve muchos sueños en los que venía a mí y me hablaba o me mostraba ciertos símbolos que comprendí más tarde».
«Lo interesante es que nunca antes había pensado en el cristianismo. Me inclinaba por el budismo y todas esas otras cosas, pero por alguna razón había una especie de bloqueo. No es que lo hiciera intencionadamente, pero no podía verlo. Yo lo amaba. Siempre sentí que lo extrañaba. Es como si lo conociera, ya sabía quién era, así que tenía ese anhelo, pero había un bloqueo».
Cuando Nadia llega a esta parte de su historia, está claro que le cuesta ponerla en palabras. Lo único que sabe es que, de alguna manera, Jesús la persiguió y acabó dándose cuenta de que era él a quien quería seguir. «El cambio que supuso para mí saber realmente quién era Jesús no fue algo que hiciera yo», dice. «Fue Jesús mismo, porque él nos conoce a todos y a cada uno de nosotros, sabe lo que hay en nuestros corazones, sabe lo que cada individuo necesita de manera única en su vida o en ese momento, y cómo se le va a revelar».
Jesús llegó a Nadia en el peor momento de su vida. «Gran parte de ese desbloqueo de mi mente estaba realmente relacionado con mi padre y su fallecimiento», recuerda Nadia. «Hacía años que no veía a mi padre, y era una situación difícil. Estábamos en contacto, pero separados. Dejó de llamarme en algún momento del mismo año en que vine al Señor, algunos meses antes y entonces supe que ese iba a ser el último año de vida de mi padre. Simplemente lo sabía. Lo sabía, y hubo un lento proceso de perdón, de dejar ir. Algo se abrió en mi corazón».
Pero cuando murió su padre, Nadia encontró por fin lo que había estado anhelando: un Dios que la amaba incondicionalmente. «Fue entonces cuando supe de verdad que Jesús estaba a mi lado, aunque yo no pudiera verle», recuerda. «Fue la sensación más extraña e impresionante, pero lo supe, aunque no podía verle».
Ese fue el momento que lo cambió todo para Nadia, el momento en que toda su búsqueda encontró por fin una respuesta. «Había paz y supe que no estaba sola», dice. «He estado sola durante mucho tiempo. Me sentí muy abandonada y tuve que valerme por mí misma y sobrevivir durante años y esa fue realmente la primera vez que sentí que había un Padre que me había adoptado después de que mi propio padre hubiera fallecido. Las revelaciones seguían abriéndose en mi mente y supe que era el Espíritu Santo guiándome poco a poco cuidadosamente. Cuando no conocemos, tenemos mucha sabiduría por aprender, y estamos aprendiendo. Poco a poco, él me estaba enseñando y supe que esas dos cosas — Dios como mi Padre y la muerte de mi propio padre — estaban conectadas».
«El Señor sabía y sabe que mi prioridad siempre fue la verdad. Realmente me ha beneficiado con lo que siempre he querido, con el deseo de mi corazón: conocer la verdad. Él sabía y sabe que siempre estaré abierta a aceptar que algo es erróneo y a ser flexible hacia lo que es verdad. Creo que esto es realmente lo que me llevó a encontrarle».
«¿Qué significa Jesús para mí? Significa todo. Él acaba de cambiar mi vida de una manera que nunca he experimentado con ninguna otra creencia. Ni siquiera sé a quién estaba buscando. Él ha cambiado mi vida como ninguna otra cosa podría haberlo hecho y estaré eternamente agradecida. Sinceramente es difícil de explicar con palabras, por eso siento que es tan potente. Si realmente puedes expresarlo con palabras, como que lo trivializas un poco».
El peligro es real para los creyentes de la región, sobre todo para los que han dejado el islam por Jesús. Aunque la familia de Nadia no estaba tan ligada al islam, ella ve esta realidad en la vida diaria de otros creyentes. «La vida de un creyente que ha dejado el islam en un país predominantemente musulmán no es fácil», dice. «Los riesgos son muy reales. No solo para el individuo, sino también para su entorno familiar. Culturalmente existe la idea de que uno es culpable por asociación. Si un miembro de la familia hace algo, supone una vergüenza para todos. Esta mentalidad de la vergüenza es muy predominante en la cultura árabe. Esa es una de las razones por las que es arriesgado».
Pero después de años de aislamiento y soledad, Nadia sintió verdadera pertenencia la primera vez que pudo adorar y orar con otros cristianos de la península arábiga. «La primera vez que conocí a otros creyentes, verdaderos creyentes renacidos, fue una experiencia maravillosa», dice. «Llevaba mucho tiempo orando por eso, por poder conectar con personas que entienden lo que siento y poder hablar con ellos, ver que tienen el mismo espíritu que yo y gozar de esa alegría. Fue una de las experiencias más maravillosas. Fue muy abrumadora».
A medida que crece en su fe, Nadia también puede ver que Dios la está haciendo crecer y formándola, preparándola para servirle cada vez más. «Desde que vine a Cristo, he aprendido definitivamente lo que significa estar en la familia de Dios y no estar sola, pero en este momento, creo que hay ciertas cosas que todavía estoy tratando de aprender. Hay cosas que estoy aprendiendo a dejar ir, y todavía estoy en ese proceso. Al principio me sentía envuelta en amor, y luego, Dios me hizo dar un leve paso atrás para que pudiera ser consciente de mi entorno y entender lo que estaba pasando. No me siento tan amenazada por esa idea y sé cómo manejarlo mejor».
«Desde que vine a Cristo, he aprendido definitivamente lo que significa estar en la familia de Dios».
Ahora, Nadia ve cómo Dios está usando su pasado y preparándola para ayudar a guiar a su pueblo en la península arábiga. Ella sabe lo que es vivir en un desierto espiritual, y ahora sabe lo que es encontrar el agua viva de Jesús y quiere compartirlo con los demás.
Su experiencia con la Nueva era y las prácticas ocultistas le permiten hablar con personas que sienten curiosidad por esos temas, especialmente a medida que ese movimiento se hace más popular en la península arábiga. «Viendo mi historia y las historias de otras personas que han venido al Señor en la región, veo la enorme necesidad de liberación», dice Nadia. «Y una de las razones principales es que debido al islam y a la Nueva era, es un lugar perfecto para mucha actividad demoníaca. Y lo vemos. Es rampante. Algunos dirán que no es cierto, pero lo es. Afecta a la gente y le hace daño, incluso me impidió ver el cristianismo como una opción real cuando era más joven».
«A medida que el Señor levanta la iglesia en Oriente Medio, veo muchos guerreros de oración y ministerios de liberación que se levantan para abrir los ojos de la gente y ver que no estamos luchando contra carne y sangre, sino contra potestades, gobernantes y principados de las tinieblas en los lugares altos. Y eso podría ser una herramienta muy poderosa para utilizar, para levantar distintas iglesias y ministerios en toda la región».
Nadia espera que Dios siga fortaleciendo su fe y la prepare para ser alguien que muestre el poder del Evangelio a los demás en esa parte del mundo. «Mi esperanza de cómo Dios quiere usarme es, en primer lugar, mantenerme centrada y humilde, teniendo la capacidad de escucharle bien», dice Nadia. «Mi esperanza es que siga aprendiendo lo que significa seguirle para poder guiar a otros, o ser ese ejemplo en la medida de lo posible. Observo y me fijo en cómo se comporta la gente, para ser ese ejemplo para los demás».
Los colaboradores de Puertas Abiertas han trabajado con Nadia para discipularla y ayudarla a crecer en la fe, y para que empiece a compartir su profunda fe con otras personas de la región. Nadia nos recuerda que cualquiera puede unirse a su viaje a través de la oración.
«La idea de que tantas personas de todo el mundo oren por mí y por los habitantes de la zona nos da esperanza sobre lo unidos que estamos como iglesia de Cristo, como cuerpo de Cristo», afirma. «Tal y como yo lo veo, se está creando un puente. Puede que no sea físico, pero sí un puente espiritual del espíritu que actúa a través de la iglesia. Y creo que cuantas más personas de esta zona de Oriente Medio lo sepan, más animadas se sentirán al saber que no están solas porque hay gente que ora por ellas».
Nadia sigue creciendo en su fe, llevando la esperanza de Jesús a los lugares secos de la península arábiga. Mientras Dios sigue llegando a la gente con su Evangelio — a través de sueños, visiones, líderes como Nadia y de cualquier otra forma que él considera oportuna — ella sabe que la oración está marcando la diferencia, llevando agua viva al desierto.
«Hablo con la gente y escucho lo que dice y, sinceramente, no esperaba que hubiera tantas personas orando para que la región de Oriente Medio viniera a Cristo y para que se produjera una efusión del Espíritu Santo. Esas oraciones me han beneficiado y han beneficiado a otras personas que viven en esta región y que han encontrado la verdad y han visto la luz».
*Nombre cambiado por motivos de seguridad.