Reflexiones 12 febrero 2022

«¡Oh, amor que no me dejará!»

Existen momentos en la vida del creyente que se pintan de oscuros colores.

 

 

La realidad es que existen momentos en la vida del creyente que se pintan de oscuros colores, a veces tan oscuros que lo único que se puede esperar de ellos es el mantener sencillamente, la esperanza.

Esperar ver las estrellas en medio de una oscura noche, seguir aguardando el cumplimento de una promesa a pesar del dolor que se produce en la espera o sentir un vacío en el alma el cual se reserva para que la paz de Dios lo llene, no son sino actitudes de una fe inquebrantable que aspira a desarrollar en nosotros una esperanza llena de fortalezas y una paciencia realmente grande.

Precisamente esta esperanza es la de Job en medio de su tormenta, la de Abraham de camino a Moria, la de Moisés en los desiertos de Madián y como no, la de Jesucristo nuestro Señor en el huerto de Getsemaní.

Cuenta la historia, que un predicador escocés llamado J. Matheson, escribió las siguientes líneas cuando supo que iba a quedar completamente ciego:

«¡Oh, amor que no me dejará,

Descansa mi alma siempre en ti;

Es tuya y tú la guardarás

Y en el océano de tu amor,

Más rica al fin será!»

En diferente situación que el predicador y en una prueba no menor, Zabi, una creyente de Afganistán que para salvar su vida tuvo que huir de su país tras el resurgir de los talibanes, representa el más claro ejemplo de fe y esperanza. Una fe que invita creer que por muy oscura que sea la noche, en algún momento, los primeros rayos de luz de la mañana romperán el horizonte y abrirán el paso a un nuevo día.

«En mi familia somos cristianos clandestinos», dice. «Hace unos años, los talibanes vinieron y se llevaron a mi padre porque era cristiano. Durante meses lo torturaron y terminaron matándolo. Meses después, mi hermano también desapareció y nunca volvimos a saber de él».

A pesar de que ahora, Zabi vive en otro país, el peligro para ella no ha desaparecido. «La situación es desesperada», dice. «Tengo dinero en mi cuenta bancaria, pero no puedo acceder a él desde aquí. Tengo una tarjeta de crédito, pero caducará pronto. ¿Qué será de mí? No lo sé. Oro para salir de aquí y poder llegar a un lugar seguro».

Ahora más que nunca, nuestra familia perseguida en lugares tan adversos como Afganistán necesita una verdadera fe para ver el arcoíris en medio de la lluvia; sin olvidar que se necesita el agua de las nubes para ver reflejada su luz. ¿Por qué te abates entonces? ¡Espera en Dios, aún le alabarás!
 

«Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos».

2ª Corintios 4:8-9