En los últimos años, algunas iglesias de Egipto han organizado mesas de desayuno en la calle para mostrar el amor y la amabilidad de los cristianos a los musulmanes que ayunan en sus barrios. Estas mesas mostraban el mensaje de amor de la iglesia en un país con un 85% de población de mayoría musulmana. Pero este año, la seguridad resulta ser un problema. Debido a los numerosos atentados recientes, a muchas iglesias no se les ha permitido organizar mesas de desayuno. La situación de seguridad es demasiado inestable.
Después de cada gran atentado que golpea a la comunidad cristiana en Egipto, queda la siguiente pregunta: ¿debemos arriesgarnos más y salir a mostrar nuestro amor a los musulmanes, o debemos permanecer seguros dentro de nuestras iglesias y nuestros hogares? ¿Pueden considerarse seguros la iglesia y el hogar? ¿No es eso lo que el enemigo quiere que hagamos?
«Sois buena gente. No entiendo cómo venís a ayudarnos cuando somos diferentes a vosotros. Nos mostráis un amor y un respeto que no vemos en nadie más».
Beneficiario de la ayuda
La situación de seguridad podría hacernos pasivos y asustados, pero también puede encender el fuego del amor de Cristo. Un grupo de cristianos de una ciudad del sur de Egipto decidió ignorar las advertencias y arriesgarse. Pensaron que si la gente no puede venir a sus mesas de desayuno, ellos podrían ir a ellas. Recogieron algo de dinero entre los miembros de la iglesia y reunieron 100 cajas; cada una incluía algunos alimentos básicos y un par de juguetes para los niños pequeños. Cargaron las cajas en un camión y se dirigieron a una pequeña y remota aldea y visitaron una por una las sencillas casas de los aldeanos musulmanes, ofreciéndoles la caja de regalo. Mantuvieron conversaciones amistosas con ellos y jugaron con sus hijos cuando se lo permitieron. Oraron por las familias, pidiendo la curación de enfermedades, un trabajo para un padre o un hijo y muchas otras peticiones.
Maged*, un joven cristiano, fue uno de los que participó en la distribución de las cajas. Nos contó: «En uno de los hogares, el marido nos dijo: “Sois buena gente. No entiendo cómo venís a ayudarnos cuando somos diferentes a vosotros. Nos mostráis un amor y un respeto que no vemos en nadie más”. La gente siempre está dispuesta a mantener conversaciones prolongadas. Se sienten seguros con nosotros cuando visitamos sus casas. Cuando visitamos a estas personas y les mostramos el amor de Dios, sentimos el corazón de Jesús».
*Nombres cambiados por razones de seguridad