Cuando Batoul*, una joven que ahora está cerca de cumplir los treinta, eligió a Jesús, no tenía ni idea de donde se estaba metiendo. En el lugar del Norte de África donde vive (no podemos desvelar el país por razones de seguridad), abandonar el islam se considera como una traición a la familia y a la tribu. La madre de Batoul y sus hermanas la amenazaban y marginaban constantemente.
Después de convertirse del islam, Jorina, una joven del norte de Bangladés, junto con su familia fueron marginados y sometidos a rituales humillantes. Los mensajes de los líderes islámicos radicales le dieron libertad a su comunidad para humillarla públicamente, hasta el punto de poner en riesgo su vida.
Para las mujeres como Batoul y Jorina, su identidad como cristianas y mujeres supone un riesgo. Además de ser doblemente vulnerables por su fe y su género, también pueden ser señaladas por su etnia, edad, o por vivir desplazadas. Alrededor del mundo, aquellos que se oponen al pueblo de Dios y al Evangelio usan cualquier medio que sea efectivo y accesible para destruir a las personas de formas que afectan a toda la familia y la comunidad, y que en última instancia tratan de acabar con la Iglesia.
Para las mujeres cristianas, estos medios toman múltiples formas pero que normalmente se ocultan, muchas veces a puerta cerrada. Es posible que las vivencias de una mujer perseguida no se aprecien a simple vista, pero tal y como desvelan las historias de Jorina y Batoul, las niñas y mujeres cristianas viven con heridas ocultas e internas.
En lugares donde las mujeres son consideradas como ciudadanas de segunda clase o que son totalmente dependientes de sus parientes masculinos, pueden llegar a ser confinadas en sus casas por parte de los miembros de su familia y que se les prohíba buscar una comunidad cristiana. En las culturas de Batoul y Jorina, las mujeres pueden ser señaladas por causa del maltrato, causándoles tanta vergüenza que pueden llegar a dudar e incluso a renunciar a su fe. Los consiguientes sentimientos de aislamiento, desánimo, desesperanza y opresión solo complican la situación.
El estado civil de Batoul como mujer soltera supone una dificultad más para ella. «La presión que sufrimos como mujeres es el doble en sociedad», explica. «Uno de los problemas para las mujeres cristianas es encontrar la forma de acudir a la iglesia; el hombre puede salir de casa sin dar explicaciones…pero a la mujer se la interroga sobre a dónde va…se la someteré a un interrogatorio intensivo. Muchas chicas no pueden ir a la iglesia porque sus familias no se lo permiten a menos que vayan acompañadas por toda la familia».
Basándonos en cinco años de investigación para la Lista Mundial de la Persecución (de 2019 a 2024), hemos podido identificar las cinco primeras formas particulares y específicas en que las mujeres sufren a causa de su fe y su género en el mundo hoy en día
Basándonos en cinco años de investigación para la Lista Mundial de la Persecución (de 2019 a 2024), hemos podido identificar las cinco primeras formas particulares y específicas en que las mujeres sufren a causa de su fe y su género en el mundo hoy en día. Es poco común que alguna de esas cinco formas de persecución se dé de forma aislada. Las mujeres y niñas cristianas normalmente experimentan una miríada de factores que se combinan para formar una compleja red de presión y violencia.
Los resultados son duros y las historias mucho más, pero es importante entender lo que está ocurriendo y cómo nosotros, como pueblo de Dios, podemos orar por nuestras hermanas y apoyarlas.
La idea de ser forzada por tu familia o tu cultura a casarte puede parecer arcaica, pero es una práctica preocupantemente común alrededor de mundo, en muchas ocasiones utilizada como medio de persecución de las niñas o de las mujeres por su decisión de seguir a Jesús. De acuerdo con siete años de datos recopilados por la unidad de investigación de Puertas Abiertas, el matrimonio forzado en una de las tácticas de persecución más habitual que las mujeres experimentan por causa de su fe.
El matrimonio forzado en una forma específica de explotación, intimidación y control usada en todo el mundo. En el Norte de África, por ejemplo, una joven cristiana convertida con antecedentes musulmanes puede ser forzada al matrimonio para evitar el deshonor de su familia por haber abandonado la religión familiar, así como para evitar que continúen con su fe. Habitualmente, las familias fuerzan a las mujeres a casarse con hombres mucho mayores con la esperanza de que el marido las obligue a regresar al islam.
Aunque para muchas no es posible, las mujeres que se resisten al matrimonio forzoso se arriesgan a un conflicto importante e incluso al arresto domiciliario. Y las mujeres que son obligadas a casarse se enfrentan a una serie de desafíos particulares y a largo plazo en cuanto a su fe, junto con las violaciones de los derechos humanos asociadas a todos los matrimonios forzosos. Esto incluye tener que seguir a Jesús en secreto, siendo imposible relacionarse con otros creyentes, o educar a sus hijos como cristianos.
La terrorífica violencia sexual también forma parte de los cinco primeros medios de persecución más comunes contra las mujeres cristianas. En el África Subsahariana, la violencia física, a veces altamente visible, es el arma principal contra los hombres en un ataque extremista, mientras que la violencia sexual se extiende a las mujeres y niñas.
Un experto en la zona señala que, en la República Centroafricana (donde el año pasado al menos 100 cristianas fueron víctimas de violación o abuso sexual), «las mujeres y niñas cristianas se enfrentan a un elevado riesgo de violación …y matrimonio forzoso durante los ataques de militantes. Se han registrado casos de esclavitud sexual de niñas secuestradas».
Habiba*, que fue capturada por Boko Haram, conoce el dolor de primera mano. Tenía solo 13 años cuando los militantes atacaron su aldea en Burkina Faso y la secuestraron, junto con otros, incluidas su madre y su hermana pequeña. Nos comparte su dolor: «La nieta del pastor y yo fuimos obligadas a casarnos allí. Yo tenía 13 años, pero ella solo tenía 11. Nos violaron. Solo esperaba que llegara mi turno y que me mataran. A veces, pensaba incluso en hacerlo yo misma para liberarme de este sufrimiento».
En países como Egipto, Pakistán y otros lugares donde las mujeres cristianas son vistas y tratadas como ciudadanas de segunda clase, nuestros equipos y colaboradores locales, siguen compartiendo informes de violencia sexual, a menudo perpetrada por pequeños grupos de miembros de la comunidad o por extremistas, como un aviso a otros cristianos y como un medio para intimidar y generar miedo.
Las mujeres cristianas también soportan violencia física. Años de informes y datos demuestran que, en los lugares donde la persecución a cristianos ya es común, existen situaciones con altos niveles de violencia pueden dar lugar a futuras oportunidades para señalar a los cristianos. Las mujeres son objeto de actos que van desde los ataques con ácido en Pakistán y las palizas propinadas por los miembros de sus familias en Vietnam, a la violenta tortura por parte de los grupos extremistas en la República Democrática del Congo.
Aunque tanto los hombres como las mujeres conversas sufren presión en caso de que se descubra su fe, las mujeres conversas son más vulnerables a la violencia doméstica, sometiéndolas a una presión extrema para que abandonen su fe en Jesús. En el norte de Vietnam, por ejemplo, Chu* fue gravemente golpeada cuando los líderes tribales presionaron a su marido para que «trajera de vuelta a su esposa a nuestras creencias».
«Cuando mi marido regresó a casa después de la reunión, le pregunté qué había dicho en gobierno», relata. «Me dijo que por mi culpa estábamos siendo amenazados, porque yo seguía a Jesús. Entonces cogió el bastón».
En los 50 países de la Lista Mundial de la Persecución, la violencia psicológica se ha usado de forma dirigida y específica contra las mujeres al largo de los últimos cinco años. Mientras que los hombres suelen experimentar estrés y coacción en la esfera pública, las mujeres y niñas son sometidas a una inmensa presión a puerta cerrada. Aunque está táctica pude no suele dejar cicatrices físicas, el uso intencional de las palabras o las acciones, como la intimidación, la crítica y la marginación, pueden provocar un daño irreparable.
Cuando una mujer abandona la religión familiar para seguir a Jesús—y es descubierta— la consecuencia más inmediata de lo que ellos consideran una traición, es el rechazo o el control por parte de su familia. Si está casada, puede ser expulsada de su hogar y probablemente pierda la custodia de sus hijos. Muchas mujeres en esta situación pueden verse obligadas al divorcio. Si está soltera, puede ser sometida a arresto domiciliario donde será apartada de los miembros de la familia y confinada en una habitación sin apenas comida—en un intento cruel de hacerla regresar a la religión de su familia.
Jorina nos cuenta que en Bangladés donde vive, los principales agentes de la persecución son las familias y las comunidades. Así que cuando una mujer se convierte al cristianismo, es excomulgada. Su familia cortará toda interacción con ellas y las mantendrán apartadas.
Resulta difícil comprender que una niña o una mujer pueda ser cruelmente secuestrada de su casa y su familia por causa de su fe. No obstante, el secuestro se ha identificado como una de las formas más comunes de persecución contra las mujeres. Sin previo aviso, las mujeres pueden ser repentinamente secuestradas en grupos durante los ataques extremistas en sus comunidades, así como ser víctimas de secuestros individuales encubiertos. Estos secuestros resultan devastadores para los afectados, y semejantes tácticas son comúnmente utilizadas como armas contra las comunidades cristianas.
En Nigeria y en todo el África Subsahariana, este patrón es demasiado familiar. En la última década—desde el secuestro de 276 niñas en Chibok que apareció en los titulares nacionales—Nigeria ha visto más de 1700 niños secuestrados, según Amnistía Internacional . A menudo, el secuestro y el matrimonio forzado van de la mano. Las mujeres secuestradas pueden enfrentar la muerte, la esclavitud (sexual y física) y el matrimonio forzado con sus secuestradores. En el caso de las niñas de Chibok, al menos 20 mujeres fueron obligadas a casarse con los soldados de Boko Haram.
Adicionalmente, según la investigación de Puertas Abiertas, Nigeria es el país con el mayor número de secuestros relacionados con la fe de todo el mundo. Durante el periodo de investigación para la Lista Mundial de Persecución 2025, al menos 2830 personas (hombres y mujeres) fueron secuestradas en Nigeria.
Es imposible exagerar el efecto de esta amenaza en la Iglesia. Las familias, comunidades e iglesias se han visto gravemente debilitadas a causa del secuestro de mujeres niñas, incluso aunque más tarde sean liberadas y recuperadas. Las mujeres y niñas que fueron obligadas a casarse, que quedaron embarazadas o que sobrevivieron a una agresión sexual pueden sufrir un efecto devastador durante el resto de su vida, incluyendo la vergüenza y el rechazo.
Un colaborador de Puertas Abiertas y especialista en atención postraumática, afirma que «hay mucha vergüenza y estigma entre las mujeres cristianas que fueron secuestradas y obligadas a casarse. Cuando finalmente logran escapar o son liberadas, no pueden regresar a su vida anterior. A veces, no solo experimentan el rechazo de sus maridos, sino también por parte de sus comunidades». En la República Centroafricana, por ejemplo, el ostracismo social se ha extendido históricamente a las supervivientes conocidas como «mujeres Seleka», mientras que, en Nigeria, a los niños nacidos de las violaciones se les llama «bebés Boko»— ambos términos haciendo referencia a los grupos de militantes que secuestran y agreden sexualmente a las mujeres.
Aunque las supervivientes que regresan a sus hogares se enfrentan a desafíos como estos, muchas mujeres y niñas que fueron secuestradas nunca regresarán. La pérdida de hijas, esposas y madres destruye a las comunidades cristianas.
A pesar de que las historias de Batoul y Jorina, junto con muchas otras, revelan en alto coste de seguir a Jesús siendo mujer, también demuestran que Dios obra incluso en las circunstancias más difíciles—cómo el Señor ha empoderado y elegido a aquellas que suelen considerarse débiles o marginadas, y les ha dado el derecho de ser llamadas hijas de Dios.
En Juan 20, vemos que Jesús eligió a María Magdalena para anunciar Su resurrección a Sus 12 discípulos. De la misma forma en que Jesús capacitó a María para que contara las Buenas Noticias, Puertas Abiertas quiere ver a todas las mujeres preparadas y capacitadas para que puedan vivir como poderosos testimonios de Cristo y Su Reino, conociendo su identidad como hijas de Dios.
Aunque puede resultar fácil reducir a las mujeres cristianas perseguidas a la identidad de víctimas, la realidad es que deberían ser reconocidas como agentes de cambio capaces de producir un impacto significativo en sus comunidades.
A través de las oraciones y el apoyo, las mujeres están aprendiendo a ser sal y luz allí donde están, junto con nuestros equipos y colaboradores locales que ofrecen y organizan conferencias de mujeres, programas sistemáticos de discipulado, programas de Desarrollo Socioeconómico, programas de preparación a la persecución y atención psicosocial o emocional.
Con el apoyo de los colaboradores locales de Puertas Abiertas, Jorina y su marido lideran una iglesia doméstica, ayudando a otros a encontrar la fe. Jorina también capacita a las mujeres a través del programa de discipulado, enseñándoles su valor a los ojos de Dios. A pesar de las continuas amenazas, está decidida a seguir compartiendo el Evangelio y sigue orando por la seguridad de su familia, por el crecimiento de la Iglesia y por oportunidades para que las mujeres puedan servir al Señor.
Batoul también está formando a otras mujeres como ella a través del ministerio apoyado por nuestros colaboradores locales. Les ofrece oración y guía, y usa su experiencia y el reconocimiento de Dios como su Padre Celestial para mostrarles la verdad de Jesús.
A través de estas mujeres y los otros miles de seguidores de Jesús en lugares hostiles para su fe y su sexo, vemos un poderoso ejemplo de perseverancia y valor frente a la adversidad. Sus testimonios de fe, sacrificio y esperanza sirven como recordatorio de la fuerza que se encuentra en la resiliencia, incluso cuando enfrentamos desafíos aparentemente imposibles de superar. Mientras siguen navegando en las complejidades de su fe en un ambiente hostil, sus vidas siguen siendo testimonio de la gracia sustentadora de Dios y Su poder.
«Es gracias a la oración que puedo seguir con esto», relata Batoul. «Tengo la esperanza de que Dios no dejará a nadie en la oscuridad».
*Nombres cambiados por motivos de seguridad.
Padre, te damos las gracias por la forma en que amas a Tu pueblo. En estos momentos, oramos por todas nuestras hermanas que tanto arriesgan por seguirte. Oramos para que puedan sentir Tu consuelo y para que conozcan Tu Verdad. Oramos para que se animen a compartir sus testimonios y para que, de esta manera, se pueda producir un cambio en sus comunidades. Finalmente, oramos para que puedan sentir las oraciones y el amor de su familia en la fe alrededor de todo el mundo. En el nombre de Tu Hijo, amén.