Noticias 26 julio 2016

La Casita: Nuevo proyecto para los niños indígenas de Colombia

N/A

 

 

Como respuesta a la creciente persecución contra los cristianos de una de las comunidades indígenas en el norte de Colombia, Puertas Abiertas abrió, en enero de este año, una casa para niños llamada “La Casita”. Los niños que viven ahí estudian en la escuela pública por la mañana y reciben educación cristiana y formación vocacional por las tardes. Cada fin de semana son visitados por sus padres. Con el fin de reforzar a la comunidad, las familias de los niños tienen que responsabilizarse de proporcionar productos cultivados en sus tierras a La Casita periódicamente, como forma de pago.

Este proyecto ha sido aceptado por el sistema de educación pública. Los niños aprenden a interactuar con gente diferente de su comunidad, a la vez que mantienen sus raíces culturales y su fe en Cristo. "Líderes cristianos indígenas están en completo acuerdo con este proyecto y han pedido ampliar el espacio para niños y niñas", indica Javier Valbuena, misionero en la región por más de 10 años.

Este modelo es complementario al Centro Infantil de Puertas Abiertas, establecido hace 16 años en el centro del país. Este nuevo proyecto (“La Casita”) incluye a niños del mismo grupo étnico y está estrechamente ligado a las costumbres indígenas no paganas de la zona, y además con proximidad a su comunidad y sus familias.

La Casita alberga actualmente a seis niños, pero hay muchos más que requieren atención. Se espera que el próximo año sea abierta La Casita para niñas, ya que ellas también están en alto riesgo de abuso debido a la fe de sus padres. La violencia sexual, el abuso de autoridad, y el rapto de niños con fines de explotación laboral son prácticas comunes hacia las comunidades cristianas. Más que un simple proyecto, La Casita es una nueva oportunidad para que los niños vivan su fe y cumplan el propósito de Dios para sus vidas, sin perder el contacto frecuente con su familia.

Los hombres y mujeres persisten en su fe a pesar de la discriminación social y política de sus líderes tradicionales, cuyas leyes ancestrales prohíben que se revele o se exprese abiertamente el cristianismo.  El encarcelamiento, la tortura, y el exilio son algunos de los castigos impuestos dentro de los territorios indígenas. Esta área del país es montañosa y de difícil acceso, y la comunicación también es difícil.  Constantemente se descubren casos de persecución meses después de que hayan ocurrido. Por ejemplo, este año veinte hermanos indígenas fueron abusados, encerrados y presionados a renunciar a su fe con amenazas. No fue posible ponerse en contacto con ellos hasta pasados un par de meses.

Los cristianos más jóvenes también son expuestos a las duras leyes. "Los chicos de la zona solo alcanzan la educación escolar primaria, de ahí que su futuro sea limitado", dice Javier Balbuena *, un misionero colombiano.

Los niños cristianos crecen con la amenaza frecuente del encarcelamiento, tanto para ellos como para sus padres. Normalmente viven su fe de manera anónima y clandestina. "Desde la niñez, he seguido el Evangelio. Sin embargo, me dijeron que el cristianismo era una mentira y que estaba engañado. Pero quise seguir en el Evangelio y participar en la iglesia [...] me gusta ser cristiano porque la fe hace mi vida mejor", comparte Julio Prieto* (12), un niño que vive en La Casita.

Aunque la comunidad indígena tiene pequeñas escuelas dirigidas por autoridades tradicionales indígenas, estos prohíben la práctica abierta del cristianismo y fuerzan a los niños a participar en rituales en honor de la Madre Tierra, como parte de los requisitos para pasar al siguiente grado. Esto ha forzado a muchos cristianos a abandonar sus estudios y concentrarse solo en trabajar la tierra.

¿Cómo funciona La Casita?

La Casita funciona como un refugio en el cual los niños, además de recibir cobijo y alimento, pueden asistir a la escuela. Mientras que por las tardes reciben refuerzo académico, educación cristiana y formación profesional y vocacional.

Actualmente, seis niños residen en La Casita, cuidados por un par de tutores que, a su vez, son apoyados por Javier. Con su amplia experiencia y el apoyo de su iglesia y la agencia misionera, Javier ha desarrollado este proyecto satisfactoriamente. Puertas Abiertas paga por los servicios del hogar, el alimento, así como el salario para los tutores. "Este es un proyecto que, además de proteger a los niños de la persecución, les da la oportunidad de tener un contacto continuo con sus padres. Los adultos emplean de 5 a 9 horas visitando a sus niños y lo hacen con alegría", dice Liz Poveda, coordinadora de Puertas Abiertas en Colombia.

Uno de los niños de La Casita, Jaime, tiene 15 años. Es el hermano de Diana, que ha vivido por casi cuatro años en el Centro Infantil de Puertas Abiertas. Los dos han crecido en un contexto de intensa persecución. Gracias a estos dos proyectos, han podido conservar su fe y aspirar a un futuro mejor. "Puedo dedicarme a estudiar y leer la Biblia", comparte Jaime. "Me siento en paz. Me gustaría que más padres pudiesen enviar a sus niños aquí".

Por favor oremos por:

  • Fortaleza para nuestros hermanos perseguidos
  • Sabiduría para dirigir el proyecto de La Casita
  • Para que los niños desarrollen una relación personal con Dios