La vida de Shivani no ha sido fácil. Siendo una joven madre de dos hijos, ha sufrido un nivel extremo de violencia doméstica y, además, la oposición por parte de su comunidad por razón de su fe.
«Mi matrimonio fue concertado por mi familia», dice Shivani. A los pocos meses de casarse, descubrió que su marido era muy diferente a lo que ella conocía de él: era un hombre alcohólico y extremadamente agresivo.
Eran muchas las noches en las que el marido de Shivani no regresaba a casa, pasando las horas con sus amigos en los bares, bebiendo y gastando el dinero de la familia en apuestas y alcohol. «Tenía trabajos esporádicos, pero el dinero que ganaba no cubría las necesidades de la familia. Dependíamos de mis suegros», cuenta Shivani.
Peores eran las noches en las que el marido sí volvía, ya que cuando llegaba estaba borracho y regañaba a Shivani por cuestiones insignificantes para, posteriormente, maltratarla físicamente. La vida de Shivani era un auténtico infierno.
«Jesús me demostró que estaba vivo y que se preocupaba por mí, así que le entregué mi vida».
Los años pasaban, y Shivani no lograba quedarse embarazada, lo cual suponía una vergüenza para la familia. Además del abuso constante por parte de su marido, comenzó a ser presionada por la familia, quienes deseaban tener un heredero.
En aquella época, alguien compartió sobre Jesús a sus suegros.
«Mi suegro fue el primero que creyó en Jesús, y quiso que toda la familia se convirtiera al cristianismo. Decía que sólo así podría quedarme embarazada».
«Al principio me negué, pero tuve varios abortos y oré: Jesús, si existes, dame un hijo».
Dios no tardó demasiado en responder aquella oración y, al poco tiempo, Shivani tuvo un precioso bebé. «Jesús me demostró que estaba vivo y que se preocupaba por mí, así que le entregué mi vida».
Desgraciadamente, la felicidad no duró demasiado. Los suegros de Shivani se apartaron de la fe y trataban de impedirle que asistiera a la iglesia
La situación ahora era peor que antes de la conversión, ya que, a la situación de maltrato que vivía en casa se le sumaba la persecución religiosa que sufría por parte de sus parientes y su comunidad.
Poco tiempo después Shivani volvió a tener otro bebé. Aquello no hizo sino agravar la situación económica de la familia. La comunidad y los parientes culparon a Shivani: «Dijeron que había robado el dinero y me había hecho cristiana. Difundieron rumores sobre mí, mancillando mi reputación, e incitaron a mis suegros a que me presionaran más. Mis propios hijos comenzaron a odiarme».
Fue en aquel momento cuando los colaboradores de Puertas Abiertas se pusieron en contacto con Shivani y supieron de sus dificultades, ofreciéndole apoyo económico para montar un pequeño salón de belleza.
«Al principio, el negocio se vio afectado por la pandemia, pero ahora está empezando a ir bien. Llegan nuevas clientas a las que les gusta mi trabajo y se convierten en habituales».
«A pesar de mis aflicciones estoy llena de esperanza. Dios se acuerda de mí y, en mi interior, yo sé que me guarda como a la niña de sus ojos. Mis hijos también me apoyan ahora, y me tranquilizan diciéndome que están conmigo incluso aunque todos los demás estén contra mí. Eso me da fuerza».
La historia de Shivani no es única. Gracias a ti, ella tiene ahora un futuro, pero hay muchas como ella. Nuestra labor es encontrarlas y devolverles un futuro y una esperanza.