María nació en el seno de una familia cristiana nominal y fue educada en un estilo de vida teóricamente cristiano junto a sus tres hermanos. Se casó con un hombre de familia hindú y fue obligada por su marido y sus suegros a realizar y participar en todos los festivales y rituales hindúes.
Ella dice: «Aunque nací y me crie en una familia cristiana nominal, realizar los rituales hindúes me resultaba incómodo. Pero si no lo hacía mi marido me golpeaba y torturaba».
María carecía de paz y seguridad, y fue en ese momento, durante una breve visita a casa de sus padres, cuando asistió a una reunión de oración. Después de la reunión, aceptó a Cristo y decidió seguirle.
En palabras de María: «Me enamoré de Jesús y encontré una alegría y paz infinitas en Cristo. Mi corazón cargado y mi mente atribulada se calmaron y se liberaron mientras crecía en Él».
«Me enamoré de Jesús y encontré una alegría y paz infinitas en Cristo».
María sabía que su marido y sus suegros se opondrían cuando se enteraran de que había aceptado a Cristo, por eso le adoraba en su habitación en secreto. A puerta cerrada, oraba y leía la Biblia. Pero al poco tiempo, su marido detectó que estaba leyendo la Biblia y orando, descubriendo así su nueva fe en Cristo.
La vida de María se volvió dolorosa y lamentable, ya que la maltrataban, torturaban y obligaban a adorar a los ídolos hindúes que tenían en su casa.
Hubo momentos en los que no le daban comida ni agua y fue acusada falsamente de cosas por sus suegros con el fin de forzar una ruptura entre ella y su marido. María seguía sufriendo todo el dolor que le infligían su marido y sus suegros. Cuando se negó a dejar a Cristo, tuvo que separarse de su marido y vivir con sus padres.
Cuenta que «por miedo a la sociedad, soporté todo el sufrimiento y la tortura causados por mi marido y mis suegros, pero constantemente me amenazaban y me decían que dejara a Cristo y obedeciera sus exigencias».
«No dejaba de pedir a Dios que me protegiera y mostrara su misericordia hacia mí. Creo que fue solo a través de Su gracia y favor que fui capaz de superar esos tiempos difíciles.
«Cuando mi marido vio mi amor por Dios, me dio a elegir entre dejar a Cristo o dejarlo a él. Al no ver ninguna salida, elegí aferrarme a Cristo y liberarme de una relación abusiva. No me arrepiento de mi decisión, pero mi oración es que mi marido y mi familia experimenten también el amor de Dios».
Los padres de María intentaron obligarla a vivir con su marido, pero fueron sus hermanos y su hermana los que la protegieron, así que se mudó con la familia de uno de sus hermanos. Pronto, a través de María, sus hermanos también aceptaron a Cristo y asistieron juntos a la iglesia.
María dice: «No tenía una buena formación, y me resultaba difícil conseguir un trabajo decente; incluso después de mucho buscar, encontré un trabajo, pero no podía continuar porque me había comprometido a ir a la iglesia los domingos. No puedo reemplazar mi tiempo con Dios con nada más, todo lo que tengo es Cristo y su amor y nada en este mundo se puede comparar con Él».
La lucha de María por sobrevivir era preocupante y no quería depender de sus hermanos para satisfacer sus necesidades. Su marido había cortado todos sus lazos y no había ningún apoyo o ayuda para ella ni de él ni de sus suegros.
Los colaboradores de Puertas Abiertas, que conocían la historia de María, se reunieron con ella y escucharon sus luchas y preocupaciones. Proporcionaron a María materiales para un negocio de ropa.
Con este apoyo, pudo comenzar el negocio desde su casa y ganarse la vida decentemente.
«Estoy muy contenta y agradecida a Dios porque me sigue recordando constantemente lo grande que es su amor y que su amor nunca se agota. No imaginaba que tendría un negocio de ropa y que me mantendría. No sólo soy capaz de sostenerme a mí misma, sino que puedo ayudar a mis hermanos. Al mismo tiempo, puedo ahorrar algo de dinero», afirma María.
En este momento, María dirige su negocio de ropa desde su casa y cuando los clientes vienen a comprar, aprovecha para compartir su testimonio y su amor por Dios. Sus hermanos se sienten motivados y animados al ver que María se mantiene económicamente. Participa activamente en los programas de la Iglesia y en las reuniones semanales y lidera las reuniones de mujeres.