Ajay* creció sabiendo cómo era la persecución desde pequeño.
Su hermano fue el primero dentro de su familia hindú en seguir a Jesús. Cuando su padre, un sacerdote hindú, descubrió la nueva fe de su hijo, lo persiguió sin descanso. Tras una dura temporada, la presión fue tan fuerte que el hermano de Ajay se vio forzado a dejar su hogar.
Pero antes de irse de la casa familiar, le dijo a su padre una frase que, con el tiempo, acabaría siendo determinante en su vida: «Jesús aún te ama». Estas palabras atravesaron el corazón del padre de Ajay. Y así, pocos años después, su corazón fue transformado y tanto él como su familia al completo aceptaron a Jesús como su Salvador.
La persecución ya no era solamente contra el hermano de Ajay, sino contra la familia entera. Todos empezaron a ser constantemente discriminados por su comunidad de manera sistemática. Por ejemplo, una práctica común para los conversos del hindú a otras religiones en India consiste en no permitirles compartir recursos comunitarios o participar en celebraciones.
Más tarde, los expulsaron de la aldea y los obligaron a asentarse en una ciudad cercana. Fue entonces cuando iniciaron la iglesia.
«Contemplamos impotentes cómo todo lo que nos había costado tantos años construir era reducido a cenizas a cenizas en pocas horas»
Aun con esta mudanza forzada, la familia no pudo dejar la persecución atrás. Su nueva aldea se ubica en el estado indio de Manipur. En mayo de 2023, Ajay comprobó lo violenta que podía llegar a ser la persecución en esa zona.
La noche del 3 de mayo, estalló una espiral de violencia en Manipur debido especialmente a los desacuerdos sobre el tratamiento dado a los grupos étnicos o tribus tradicionalmente en desventaja. La mayoría de ellos buscaba ganar las mismas ventajas. Pero durante las protestas, la violencia no hizo más que aumentar su intensidad.
Aunque los medios internacionales han retratado estos enfrentamientos como un conflicto principalmente étnico, hay también un importante elemento religioso.
Muchas de las tribus son cristianas y la mayoría de los grupos en Manipur son hindúes. Incluso aunque formen parte del grupo mayoritario, los cristianos fueron el objetivo de muchos ataques y amenazados para reconvertirse al hinduismo.
Para Ajay y su familia, la violencia también llegó muy pronto.
Los grupos extremistas atacaron su casa y las de otros cristianos de la zona. Ajay recuerda sus gritos: «Ustedes, pueblo tribal y seguidores del Dios de la tribu, ¡salgan!», recuerda este cristiano local. «Entonces, los grupos extremistas atacaron los edificios de las iglesias, rompieron los cristales de las ventanas y las puertas. Reunieron todos los muebles, aparatos electrónicos y el equipo de vídeo y sonido. Lo quemaron todo».
Continuando con esta escalada de violencia, las mafias también empezaron a dirigir sus ataques hacia los hogares cristianos. «Después de incendiar la iglesia, empezaron a atacar las casas, arrojando ladrillos y piedras, y destrozando las puertas con hachas», recuerda Ajay. «Quemaron todos los coches de las familias cristianas».
Los padres de Ajay también fueron atacados. Ellos se escondieron bajo sus camas mientras los extremistas destruyeron su casa y quemaron su coche. Todas las familias se escondieron en sus casas esperando estar a salvo; los atacantes se fueron únicamente después de que llegaran los bomberos.
«Mi familia y yo estábamos muy asustados durante el ataque» reconoce Ajay, suspirando. «Fue aterrador escuchar ruidos tan fuertes. Contemplamos impotentes cómo todo lo que nos había costado tantos años construir era reducido a cenizas a cenizas en pocas horas. Nos rompió el corazón».
Como es normal en una situación así, la familia temió por sus vidas, pero se aferró a las promesas de Dios. «Durante el ataque nos sentimos como si fuera nuestro último día (en la tierra)», revela Asay. «Pero sabíamos que, aunque muriéramos, iríamos al cielo».
Al siguiente día, los extremistas vinieron nuevamente a la comunidad. Esta vez, las familias cristianas supieron desde el principio que tenían que correr por sus vidas. Ajay recibió información de que muchas más propiedades de la iglesia fueron quemadas y saqueadas. «Miles de cristianos fueron atacados y tuvieron que huir. Los pastores corrían un peligro extremo. También descubrí que algunos de ellos habían sido obligados a firmar acuerdos declarando que volverían a su antigua fe, que no reconstruirán sus iglesias ni celebrarían nuevos cultos de alabanza; que no hablarían a nadie sobre el cristianismo. Si rechazaban firmar este acuerdo, eran amenazados con consecuencias devastadoras».Como la situación no dejaba de empeorar, Ajay avisó a todos los pastores de la zona sobre las amenazas y ayudó a los líderes de la iglesia a estar seguros. Aunque él ya tenga que cuidar a su propia familia, siente la responsabilidad adicional de ayudar a los pastores y a otros creyentes.
Durante estos ataques, Ajay se aferró a su fe. «La Palabra de Dios me fortalece. Mateo 5:10-11 me inspira cuando dice que ‘Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos’».
Aunque lo peor del conflicto ya ha pasado, la violencia en el estado de Manipur sigue estando presente. Ajay aún vive en la misma zona, continúa su ministerio y ayuda a que otros pastores puedan trabajar de forma segura. Está comprometido en ayudar a que los creyentes de Manipur sean sal y luz en su entorno sin importar la situación. «Dios nos ha protegido», asegura Ajay. «Estos extremistas pueden destruir nuestros edificios, pero nunca podrán destruir al pueblo de Dios».
«Tengo fuerzas para ayudar a otros porque vosotros me habéis ayudado a mí»
Un colaborador de Puertas Abiertas en la región pudo ayudar a Ajay y a otros creyentes de manera inmediata durante estos disturbios, gracias a tus oraciones y apoyos. Tras la violencia, nuestros colaboradores ayudaron a Ajay con una casa segura y también dando provisiones a su familia.
«Cuando la violencia estalló, perdimos casi toda esperanza, estábamos muy preocupados por nuestra propia seguridad», recuerda Ajay.
«Las casas fueron destruidas y hubo caos por todas partes; todo se había paralizado. No estábamos seguros de si sobreviviríamos sin comida y sin un lugar seguro para refugiarnos. El gobierno había provisto ayuda, pero limitada, y las instalaciones era muy precarias. Estábamos inseguros aún en los campos de refugiados, ya que había gente de todo tipo de comunidades».
«Cuando los colaboradores de Puertas Abiertas se acercaron a nosotros y nos dieron provisiones y un lugar seguro para vivir, nuestros corazones se llenaron de gozo», agradece. «La calidad y cantidad del material de los paquetes de ayuda era muy buena. Nos daba mucho gozo ver a los colaboradores llegar, encontrarse con nosotros y orar por nosotros. Estamos seguros de que no estamos solos en la batalla de la fe y que el cuerpo de Cristo está presente con nosotros aún en cada paso, en el dolor o en el gozo».
La ayuda que Ajay y su familia recibieron lel ha ayudado a continuar con su trabajo en Puertas Abiertas, dirigiendo la formación de preparación para la persecución y proveyendo ayuda práctica a otros creyentes perseguidos como ellos. Ajay está agradecido por creyentes como tú, que les ayudan en este tiempo de crisis y que continúan caminando con los cristianos en el estado de Manipur.
«Estoy muy agradecido, no solamente por la ayuda que habéis provisto para mí y mi familia, sino también por las oraciones y las enseñanzas a través de la formación de preparación para la persecución», agradece Ajay, «Ahora tengo fuerzas para ayudar a otros porque vosotros me habéis ayudado a mí».
*Nombres ficticios e imágenes representativas utilizados por motivos de seguridad.