Benita* vive en una comunidad de palafitos en Filipinas. No podemos desvelar en cuál de las más de 7500 islas se encuentra, porque eso la pondría en peligro.
¿Por qué? Porque ha dejado el islam y ha decidido seguir a Jesús.
Benita era una musulmana devota que vive con su marido e hijos en un pueblo. Rosa* y Henry* son una pareja cristiana vecina de la familia con mucha fe que dirige una iglesia en casa. La comunidad a su alrededor, en su mayoría musulmana, se burlaba de ellos y les oprimía, pero ellos se mantenían firmes.
Al igual que todos los musulmanes, Benita creía que Jesús es un profeta, cuyo nombre árabe en el Corán es Isa al-Masih, y nada más que eso. Por ello, también participaba de los malos tratos de la comunidad hacia sus vecinos cristianos.
Sin embargo, Benita enfermó gravemente. Tenía mucha fiebre y le salieron forúnculos por el cuerpo. Aunque fue al hospital público, el coste del tratamiento era demasiado elevado y no recibió los cuidados que necesitaba. Así que acudió a los líderes religiosos locales que se dedican a la brujería.
Pero el coste de sus servicios también era desorbitado. Benita se sentía abatida y desesperada, pero se armó de valor y buscó ayuda donde nunca pensó que lo haría: en sus vecinos cristianos, Rosa y Henry. Entre lágrimas, le dijo a Rosa: «Nunca pensé que acabaría aquí, pero ya no sé a quién acudir. Mi marido y mis hijos me necesitan».
Entonces, Jesús rescató a Benita.
Rosa tuvo compasión y la animó a creer en Jesús, asegurándole que solo él podría curarla. Fue un duro golpe para alguien que despreciaba la idea de adorar a Jesús. Pero Benita sabía que no tenía otra opción y decidió dejar a un lado su orgullo.
Le temblaban los labios, pero finalmente clamó a Jesús y le pidió que la curara y la liberara. En ese momento de vulnerabilidad, sintió cómo una paz inexplicable la inundaba, como si Jesús estuviera allí mismo, aceptándola en sus brazos de amor. Puede que por primera vez, sintió que no estaba sola, y un destello de esperanza comenzó a brillar en su corazón.
Benita se sentía muy abrumada por su enfermedad y todas las dudas que había arrastrado durante tanto tiempo. Entre lágrimas, susurró: «Nunca pensé que haría esto, pero voy a confiar en ti, Jesús. Cúrame, por favor».
«Nunca pensé que haría esto, pero voy a confiar en ti, Jesús. Cúrame, por favor».
Con esa sencilla oración, Benita sintió que su alma se conmovía, como si una gran carga que no sabía que llevaba se desvaneciera. Era el amor de Jesús envolviéndola, abrazando su quebranto y ofreciéndole una esperanza y paz que nunca había sentido.
En ese momento, Benita formó una nueva conexión con esa iglesia de casa a la que solía odiar y se dio cuenta de que su fe en Jesús no era en vano. Por primera vez, se atrevió a creer que en esta vida hay algo que va mucho más allá de lo que jamás había imaginado y que todo gira alrededor de Jesús: ahora sabía que es mucho más que un profeta.
Entonces ocurrió lo imposible: ¡cuando Benita se despertó al día siguiente, su enfermedad se había esfumado! Se sentía tan abrumada por el milagro que apenas creía lo que veían sus ojos. Esa iglesia a la que tanto había ridiculizado y perseguido le había ayudado a encontrar al Salvador de su vida. En ese momento, una chispa de fe se encendió en su corazón y supo que había encontrado algo que no sabía que necesitaba.
Este milagro derribó los muros que rodeaban el corazón de Benita, quien entregó su vida, dudas y hostilidad a los pies de Cristo. Su nueva fe no solo la transformó a ella, sino también a su familia. «Nunca pensé que diría esto, pero Jesús me ha sanado y nos ha salvado a todos», asegura entre lágrimas. «Ahora mi familia y yo creemos en él con todo nuestro corazón».
Desde que la familia se convirtió, han acudido a la iglesia en casa todas las semanas. Sin embargo, ahora se enfrentan a críticas sobre su decisión y sus vecinos les consideran traidores.
«Desde que acepté a Jesús en mi vida no solo he sido curada, sino que también he encontrado una nueva familia».
El viaje espiritual de Benita acaba de empezar. A través de la iglesia de Rosa, ha podido recibir ayuda de Puertas Abiertas. Gracias a tu apoyo, está recibiendo los recursos esenciales para caminar con Jesús, por medio del programa de discipulado de Puertas Abiertas dirigido a cristianos convertidos del islam.
Dicho programa ha ayudado de una manera crucial a Benita y su familia para atravesar los desafíos y alegrías de su nueva fe. «Desde que acepté a Jesús en mi vida no solo he sido curada, sino que también he encontrado una nueva familia», dice Benita. «Le doy gracias a Dios por el discipulado que estoy recibiendo, ya que ha sido fundamental para fortalecer esta nueva fe».
*Nombre cambiado por motivos de seguridad.
Señor, gracias por poner a cristianos como Rosa y Henry en la vida de Benita. Bendice y potencia la nueva fe de esta hermana, y líbrala de toda enfermedad. Aviva también a su familia y a toda su comunidad musulmana de esta zona de Filipinas. Transforma a las personas de este país, sin importar su trasfondo o situación. Amén.