Todo parece estar en contra de Achiam*, de Chad. Además de ser la única cristiana en su pueblo, también nació ciega. Cuando era niña, fue aceptada en una escuela para ciegos, donde escuchó por primera vez sobre el Evangelio. Durante años, sólo siguió a sus compañeros de clase a la iglesia. Pasaron seis años antes de que ella decidiera seguir a Jesús. La primera vez que fue a casa para unas vacaciones escolares después de eso, no dijo nada sobre su cambio de fe, pero la gente notó la diferencia de todos modos.
«A los pocos días, notaron que ya no oraba como ellos», recuerda Achiam. «Mi padre me preguntó cuál era el problema. Confesé que me había convertido en cristiana y que ya no seguía el islam». El padre de Achiam trató de entender qué había causado este cambio, pero ella simplemente y con bastante valentía le dijo que era su elección y que había decidido seguir a Jesús. «A partir de ese día, nada volvió a ser igual», dice. «Me consideraban lo peor que le había pasado a la familia. Todos en la comunidad tenían algo que decir sobre mi caso. Soy la única mujer en la familia que ha tenido la oportunidad de ir a la escuela, y la gente del pueblo le dijo a mi padre que esto había sucedido porque me permitió ir a la escuela. Mi padre me acusó de dejarme influenciar por los cristianos en la escuela. Intentaron todo para convencerme de volver al islam».
Achiam enfrentó dificultades todos los días de esas vacaciones escolares de tres meses. En al menos una ocasión su hermano mayor la golpeó con un bastón. Y desde entonces cada época de vacaciones, la vida ha seguido siendo un desafío. «Cuando estoy de vacaciones, vivir mi fe es difícil. Si quiero orar, espero hasta tarde en la noche cuando todos los demás están durmiendo. Entonces, sé que puedo orar sin que nadie me detenga».
Es el aislamiento lo que Achiam encuentra tan difícil.
«Hace dos años, cuando regresé para vacaciones, me di cuenta de que habían quitado el techo de paja de mi choza. Nadie quiso a ayudarme a reconstruirlo. No puedo compartir sobre mi fe con nadie. Nadie quiere escucharme. Entonces, durante el período de vacaciones, no hay nadie con quien hablar sobre mi fe. Estoy completamente sola». Y cuando sus vacaciones coinciden con el Ramadán, solo empeora las cosas. Ella dice: «Nadie cocina durante el día porque todos están ayunando, excepto los niños. Las madres les calentaban las sobras (llamadas papilla) del día anterior. Yo como papilla con otros niños. A veces, cuando no hay papilla, me quedo en casa y les pido a los niños que me busquen algo que pueda cocinar para mí».
«Cuando regresé este año, fuimos a la finca y escuché que alguien le preguntaba a mi hermano por qué yo no estaba ayunando con ellos, ya que era el período de Ramadán. Fue vergonzoso para él tener que responder esa pregunta».
A pesar de todo esto, ella se niega a rendirse. «Sé que esta situación no terminará mañana, pero también sé que mi Dios me seguirá sosteniendo. Fui muy clara con mi familia acerca de mi fe. Les dije que estoy con Cristo y que nada en el mundo me haría cambiar de opinión. Mi Dios me ha estado sosteniendo desde entonces, así que no temo nada».
Achiam es capaz de mantenerse a sí misma de otras formas; aprendió a bordar en la escuela y durante las vacaciones en casa teje gorros y calcetines que vende para comprar jabón y cubrir su viaje de ida y vuelta a la escuela. También contrata trabajadores para que la ayuden con las tareas de la granja. La cosecha ayuda a su padre a financiar su próximo año escolar.
«Sé que esta situación no terminará mañana, pero también sé que mi Dios me seguirá sosteniendo».
Achiam, creyente de Nigeria
Los colaboradores locales de Puertas Abiertas visitaron recientemente a Achiam para alentarla. Ella dice: «¡Gracias por venir! Mis padres sabrán que mis hermanos cristianos me apoyan. ¡Que Dios les bendiga!». Durante esa visita, supimos que la soledad y vulnerabilidad de Achiam aumentaron una vez más. Hace un tiempo, le presentaron a un joven cristiano, también ciego. Los dos estaban comprometidos para casarse, pero antes de que pudieran construir un hogar juntos, Azarak* murió. Posteriormente, su padre arregló que ella se casara con un anciano musulmán, pero Achiam se negó. Su padre estaba furioso y le ordenó que se fuera de casa. Afortunadamente, fue acogida por la familia de un pastor y está de vuelta en la escuela, decidida a completar su educación.
Ella dice: «Por favor, orad por mis estudios. Este año rendiré el examen de nivel avanzado. También orad por mi familia. La tensión se ha aliviado un poco, pero continuad orando para que Dios cambie sus corazones y puedan conocer el camino de Cristo. Orad para que toda mi comunidad y mi familia me acepten como soy».
*Nombre cambiado por razones de seguridad.