«Para los líderes islámicos en mi aldea, parece que las mujeres cristianas valemos lo mismo que una persona muerta», denuncia Jorina.
Suena impactante (como es normal) pero en el norte de Bangladés, de donde proviene Jorina, este es un sentimiento común. Aunque la constitución del país garantiza la libertad religiosa y más del 90 % de los ciudadanos son musulmanes, la conversión del islam al cristianismo puede acarrear serias consecuencias, por lo que ocupa el puesto 24 en la Lista Mundial de la Persecución 2025.
Además, la cultura de alrededor ha forjado la concepción social de que las mujeres son menos valiosas que los hombres. Jorina entiende que su identidad como mujer y cristiana le hace doblemente vulnerable y la convierte en objeto de discriminación por doble razón.
Esta dura realidad es más que una mera sensación. Los mensajes de líderes islámicos radicales a su comunidad de fieles dan la oportunidad de tratarla mal, incluso hasta el punto de amenazar su vida. La han humillado en público y han puesto en peligro la vida de su familia.
Sin embargo, Jorina sabe que su verdadera identidad se encuentra en Cristo y que Dios sí que la respeta y la valora.
Esto le permite perseverar y restaurar la dignidad que su doloroso día a día trata de quitarle a base de vergüenza impuesta a nivel social y personal.
«Para los líderes islámicos en mi aldea, parece que las mujeres cristianas valemos lo mismo que una persona muerta»
Jorina creció siendo musulmana y se casó con un hombre musulmán (o eso es lo que ella pensaba). Con el tiempo, resultó que el hombre con el que se había casado estaba buscando en secreto la verdad y había estado aprendiendo acerca de Jesús por medio de otros creyentes. Jorina estaba intrigada pero, de nuevo, su estatus como mujer le impedía acercarse al cristianismo.
«Tenía interés por conocer más sobre esta persona con la que hablaba mi marido, pero el problema era que, según la cultura de mi aldea, una mujer no puede hablar y sentarse con un extraño», recuerda Jorina. «Un día, con valentía, le pregunté a mi marido: ‘¿Quién es este hombre? ¿De qué hablas con este extraño? Me gustaría mucho saberlo. Quiero ir contigo’. Mi marido dijo: ‘Vale, ven’».
Finalmente, Jorina pudo sentarse con su marido y este creyente para aprender acerca de Jesús. Se sorprendió cuando el hombre empleó versos del Corán para hablar de Jesús.
«Estaba recitando el Corán, y mi marido y yo confirmábamos con nuestro Corán lo que decían esos versos. Después de marcharse, mi marido y yo nos sentamos juntos, pensando en qué hacer después. Antes de irse, el hombre nos dió un Kitab al-Muqaddas (la Biblia). Como musulmanes, debíamos seguir todos los libros sagrados: el Injil (el evangelio de Jesús), el Tawrat (la Torá) y el Zabur (los Salmos), así que nos preguntamos: ‘¿Por qué seguimos únicamente el Corán?’. [Nota del autor: Esto es confuso y parece contradictorio. Ella dice que, como musulmanes, seguían los tres libros sagrados, pero luego parece decir que se preguntaban por qué solo seguían el Corán?] Además, en el Corán se menciona que hasta que se establecen el Tawrat, el Zabur y el Injil, no tienes ningún valor».
Los dos años siguientes, ambos siguieron aprendiendo de Jesús mientras estudiaban la literatura islámica. Más adelante, se convencieron de que la Biblia era verdadera, y aceptaron a Jesús como su Señor y Salvador, y fueron bautizados.
Naturalmente, Jorina y su marido estaban emocionados por compartir con otros el gozo que habían recibido con su nueva fe. Sin embargo, la zona donde vivían era de mayoría musulmana. Cuando dijeron a los demás que ahora eran cristianos, la actitud de la comunidad hacia ellos cambió de la noche a la mañana.
«Cuando recibimos a Cristo, no sentimos la necesidad de esconderlo a los demás», explica Jorina. «Creíamos que también teníamos que compartir esta buena noticia con los demás. Cuando empezamos a compartirla, la gente empezó a llamarnos ‘cristianos’ en vez de por nuestros nombres».
Para las demás mujeres de la comunidad, Jorina ahora era diferente. Su fe la apartó. Las que una vez habían sido sus amigas y otras con las que había interactuado alguna vez habían cambiado en un instante. Hubo un incidente particularmente doloroso.
«Un día, entre 10 y 15 mujeres me llevaron con ellas a un lugar», recuerda. «Cuando me llamaron, no entendía por qué. Pensé que lo hacían para escuchar acerca de la buena noticia que yo compartía con todo el mundo. Fui con ellas y entré a una casa. Entonces, me dijeron: ‘Sabemos que después de hacerte cristiana, te ponen una marca. Ahora, vamos a buscar ese sello en tu cuerpo’. Cuando dijeron eso, me sentí realmente avergonzada».
Esta leyenda urbana en esta parte de Bangladés viene de una interpretación equivocada de Efesios 1:13, cuando dice: «En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa». Algunas personas creen que literalmente se ‘marca’ o ‘sella’ a los cristianos después de seguir a Jesús.
Jorina intentó decirles a las mujeres que estaban equivocadas, pero nada podía hacerles cambiar de idea.
«Les dije: ‘No tengo un sello en el cuerpo’», recuerda. «Me dijeron: ‘¡Cállate! Sabemos que tienes esa marca en tu cuerpo’. No podía creer cómo esto era posible. Había muchas personas (todas ellas mujeres) y sentía demasiada vergüenza como para desnudarme. Me preguntaba: ‘¿Cómo podría desnudarme en frente de ellas?’. Como había muchas personas, decían muchas cosas diferentes. No tenía elección; me desnudé en frente de todas y empezaron a buscar el sello. Miraron en cada parte de mi cuerpo, buscando la marca, pero no había nada. No podía compartir esto con nadie porque era un tema muy sensible y un incidente muy doloroso para mí. Lloré sin cesar en esa habitación. Después de un rato, me echaron y volví a casa. Cuando regresé, no hablé con nadie sobre esto. ¿Cómo podría hacerlo? ¿Cómo podría contar algo así?»
Como mujer, esposa y madre de dos hijos, todo el incidente fue muy humillante, especialmente para alguien que se ha criado en la cultura de Bangladés. En el contexto en que se encuentra Jorina, las mujeres deben cubrirse y vestirse de manera modesta; estas mujeres sabían muy bien lo que hacían cuando obligaron a Jorina a desnudarse. Sabían lo inhumano y vergonzoso que sería este trato para una mujer. Pero no les importó porque Jorina era cristiana y para ellas era una infiel.
Ese día fue uno de los más dolorosos en la vida de Jorina. Todavía llora solo con recordarlo. Al principio, se sentía desamparada y rota, indigna, avergonzada, incapaz de hablar acerca de lo que sucedió. Con el tiempo, se le contó a sus amigos de la iglesia. Su apoyo le trajo la sanidad que tanto necesitaba.
Hubo un tiempo en la vida de Jorina en que habría respondido a un incidente tan horroroso con odio y sed de venganza. Pero ahora, elige seguir a Jesús y obedecer a sus palabras de amor.
«Después de hacerme cristiana, el mayor cambio en mi vida fue que tenía que amar a todos y perdonar a los demás», dice. «Ahora, cuando alguien dice algo doloroso o cuando me ocurrieron estos últimos incidentes, tengo que perdonarles. No puedo seguir viviendo con ira. Solía discutir con los demás, mentir y hacer muchas cosas malas, pero ya no. Después de recibir a Cristo y leer sobre él en los evangelios, ahora puedo amar a los demás y tratarles bien».
«No podía compartir esto con nadie porque era un tema muy sensible y un incidente muy doloroso para mí. Lloré sin cesar en esa habitación»
Aunque tiene una fe fuerte, Jorina vive con la constante amenaza de futuros ataques (dirigidos a ella y a su familia).
«Después [de nuestra conversión al cristianismo] éramos personas terribles a ojos de los musulmanes», cuenta. «Nos odiaban y nos trataban diferente. La familia de mi marido también empezó a presionarnos, diciendo que no nos dejarían nada de herencia. Según la ley islámica, tienes derecho a un 12,5 % de la herencia por parte de la familia de la madre, pero mi cuñado se quedó con su parte sin que mi padre le diera permiso. Cuando mi suegra falleció, ni siquiera nos dejaron ir al funeral. Mi marido recibió amenazas de muerte de todas partes, incluso de su sobrino, que amenazó con matarle. Decían: ‘En todas nuestras generaciones, son los únicos que han arruinado nuestra reputación ante los demás haciéndose cristianos’».
«Después de hacerme cristiana, el mayor cambio en mi vida fue que tenía que amar a todos y perdonar a los demás»
Los dos hijos de Jorina también sufren discriminación en la comunidad y sus escuelas. Una vez, su hijo vino una vez a casa diciendo: «Mis amigos siempre me dicen que desde que somos cristianos no tenemos religión y no podemos ir al cielo. También me dicen que nos quemarán vivos».
Todo lo que Jorina puede hacer ante esta situación es orar y poner en manos de Dios el cuidado de su hijo. Sabe que es inútil presentar una denuncia. Las autoridades locales no harían nada para ayudar a una familia cristiana como la suya.
En cada etapa de su caminar con Dios, Jorina nunca pierde de vista lo que le llevó a Jesús en un primer lugar. La Biblia es su fuente de fuerza en medio de cualquier situación difícil y lo que ha restaurado su dignidad. «Debemos ser obedientes a la Palabra de Dios», dice. «Mi Dios dijo: ‘Si alguien cree en mí y deja su hogar, hijos y todo por mí, en la vida eterna, recibirá 100 veces más de lo que ha dejado atrás’».
Después de todo lo que ha soportado (y todavía lo hace), Jorina ha elegido servir a Dios fielmente. Ella y su marido siguen compartiendo el evangelio con sus vecinos musulmanes y, de esta manera, la gente está conociendo a Jesús. Están instruyendo a estos nuevos creyentes mediante una pequeña iglesia en casa.
Durante varios años, Puertas Abiertas ha colaborado con el ministerio de este matrimonio para seguir restaurando su dignidad, su fe y su compromiso; cuando Jorina fue desnudada por su sociedad, la Iglesia global la ha revestido en oración y apoyo. «[Los colaboradores locales de Puertas Abiertas] nos han apoyado de diferentes maneras», agradece. «Cuando yo (o cualquiera de los miembros de la iglesia) enfrento persecución, siempre están a nuestro lado. Por ejemplo, cuando no teníamos un lugar donde adorar o celebrar los cultos de nuestra iglesia, recibimos el apoyo de esta iglesia en casa. Cuando hay alguna persecución, les llamamos [a Puertas Abiertas y una hermana que trabaja ahí]. Luego, están ahí con nosotros, ofreciendo apoyo en asuntos legales y asistencia económica si es necesario».
Los colaboradores de Puertas Abiertas en el terreno construyeron un pozo tubular para la familia de Jorina, porque los aldeanos musulmanes les cortaron el acceso a agua limpia.
«[Los colaboradores locales de Puertas Abiertas] nos han apoyado de diferentes maneras. Cuando yo (o cualquiera de los miembros de la iglesia) enfrento persecución, siempre están a nuestro lado»
Además, esta cristiana bangladesí también ha empezado a transmitir a otras mujeres el conocimiento que ha adquirido.
Al haber experimentado los desafíos que suponen ser una mujer cristiana en su comunidad musulmana, Jorina entiende el valor de discipular y empoderar a las mujeres y enseñarles su valor y dignidad a los ojos de Dios. En 2017, empezó a formarse para ser una facilitadora del programa de discipulados para colaboradores de Puertas Abiertas llamado «Ananna» (que significa «mujer única» en bengalí). Con esta formación, las mujeres pueden aprender los fundamentos de la fe cristiana, las disciplinas espirituales y el diseño de Dios para una mujer.
«Me llevó cinco años graduarme del programa Ananna», comparte. «Y después de ello, tuve la oportunidad de trabajar como profesora ahí. Necesitamos este programa porque en la cultura musulmana, la gente no suele darles valor a las mujeres. Pero para el cristianismo, las mujeres tienen valor y queremos que conozcan el camino al cielo y darles la oportunidad de convertirse también en profesoras del programa Ananna».
Jorina cree que discipular a la próxima generación de creyentes mediante la escuela dominical es la manera más efectiva de fortalecer y hacer crecer a su iglesia.
«En nuestra iglesia hay entre 20 y 25 familias, y hay niños en ellas», dice.
«No viviremos para siempre, pero quiero que este lugar sea un fundamento sólido para Jesucristo. Quiero que los niños de esta iglesia crezcan y trabajen para ella, para que las buenas noticias de Dios se extiendan desde aquí, y todo el mundo las conozca. Todo el mundo ya sabe que hay gente que viene aquí y que hay cristianos aquí; quiero que esto continúe».
«Necesitamos este programa porque en la cultura musulmana, la gente no suele darles valor a las mujeres. Pero para el cristianismo, las mujeres tienen valor y queremos que conozcan el camino al cielo»
La vida de Jorina se ha convertido en un testimonio de la fidelidad del Señor. A través de ella y su familia, las personas están aceptando a Jesús. La gente en su barrio sabe que tienen una iglesia en casa. Esto les pone en riesgo de ataque, pero Jorina no tiene miedo. Sabe que el Señor está con ellos.
Jorina dice: «Si hemos de morir, que sea para Dios. Si estamos vivos, que sea para la gloria de Dios. Dios puede trabajar por medio de nosotros».
*Nombre ficticio e imagen representativa utilizados por motivos de seguridad.