"Cuando me estaba preparando para empezar a predicar esa mañana en la iglesia, llegaron los guerrilleros y empezaron a gritarme. Uno de ellos me dijo que tenía que marcharme de la región y que si no lo hacía me mataría. Me arrodillé con mi Biblia abrazada contra mi pecho, empecé a orar, pero ellos seguían gritando insultos. De repente el mismo que me amenazó empezó a destruir las sillas con un machete, pero yo seguía orando. Su rabia le llevó a lanzarme un golpe con el machete, pero falló, gracias a la misericordia del Señor." Con estas palabras le describió el pastor Roberto Pérez* a Puertas Abiertas, cómo llegaron y actuaron los guerrilleros de las FARC en diciembre del año pasado, para conseguir que dejara de predicar el evangelio en el departamento de Vaupés. "En ese momento mi alma estaba conectada con el cielo. Sabía que nadie podía tocar mi vida sin el permiso del Señor; era consciente de que si alguien me hería, sería por ser la voluntad de Dios." Solo llevaba 16 meses en Vaupés, junto con su mujer y sus hijos de 7 y 10 años. Procedían del departamento de Vichada, de donde habían sido expulsados por las guerrillas. Durante los 14 meses siguientes había estado predicando el evangelio en Vaupés, donde las FARC también llevan décadas influyendo en la sociedad. El primer aviso de las FARC llegó cuatro meses después de su llegada. Las guerrillas se sentían amenazadas por el pastor Roberto porque varios de sus integrantes habían dejado sus puestos para seguir a Cristo. El pastor Roberto recibió varias amenazas en diferentes ocasiones de los militantes en la iglesia. También le dijeron que no podía seguir predicando ideologías que se iban en contra de las suyas. Además le acusaron de ser paramilitar y un informador del ejército. Un mes antes de este último ataque se produjo otra amenaza en la iglesia cuando predicaba. Uno de los integrantes le gritó: "¡No estás aquí para predicar, tú trabajas para el ejército y por eso debes marcharte o morirás!" A parte de estos sucesos, también se le suman las veces que fueron a buscarle a su casa. Su mujer e hijos también sufrieron mucho durante el tiempo que estuvieron allí. Los miembros de la iglesia mostraban su preocupación por el riesgo que corría. Unos días antes de ser atacado por última vez, fue invitado a una reunión de su misma denominación. Este viaje requería desplazarse en barco, pero los hermanos le avisaron de que las guerrillas habían puesto un punto de control por el camino con el fin de matarle. Las guerrillas perciben a la Iglesia como su peor y principal enemigo. Esto se debe a que los pastores predican la paz y al efecto negativo que tienen las oraciones de los cristianos sobre sus planes violentos, no pueden llevarlos a cabo. En el caso del pastor Roberto, estaban enfadados porque se habían empezado a extender el evangelio en la región dominada en gran parte por ellos. La vida del pastor y de su familia ha estado marcada por la persecución. Su hermano, también pastor, fue perseguido durante más de 10 años y hace 4 años que vive desplazado de su región. Dos de sus hijos viven en el Centro Infantil de Puertas Abiertas por ahora. Su hijo mayor se graduó hace un par de años en este centro. En diciembre, después de ser desplazado, Puertas Abiertas le proveyó de ayuda económica para que pudiera trasladarse a otra región. Unas semanas después, el pastor Roberto pudo comenzar en otra región donde está empezando una iglesia nueva. Esta región es rica en recursos naturales y minerales. La falta de presencia del estado ha facilitado la presencia de las guerrillas y consecuentemente de sus actividades ilegales, como el tráfico de droga. Las guerrillas se aprovechan de la población indígena para la producción de la coca. Ellos saben que cuando la gente escucha la palabra del Señor, sus vidas quedan transformadas y por lo tanto para ellos el cristianismo es un enemigo poderoso. No olvides de orar por el pastor y su familia, así como los cristianos de Vaupés y por los líderes de la guerrilla. Solo el Señor puede cambiar sus corazones. * Usamos un pseudónimo por motivos de seguridad.