La Navidad puede ser una celebración agridulce para niños como Sele, de Nigeria. Con solo 13 años, Sele perdió a sus seres queridos por causa de la persecución. Sin embargo, a través de tu apoyo y tus oraciones, la Navidad vuelve a ser especial para él y el futuro que le espera es brillante.
En el corazón de Nigeria, Sele, de 13 años, se viste con sus mejores galas de domingo: un modesto traje que consta de una camisa blanca y unos pantalones con ribetes negros. Su familia se está preparando para el culto de Nochebuena. Mañana regresarán para el de Navidad. Uno pensaría que asistir a dos servicios religiosos en tan poco tiempo es lo último que le interesaría a un adolescente, pero no a Sele: «Lo mejor de la Navidad son las obras de teatro que vemos en la iglesia, las canciones que cantamos y los regalos de Navidad que nos entregan».
Después del culto del día de Navidad, la familia y los vecinos de Sele disfrutan de una humilde comida y cantan juntos. Y si hay un poco de dinero extra, puede ser que cada uno abra un pequeño regalo.
Pero en la mesa de la cena y durante las celebraciones hay un asiento vacío que causa dolor a la familia. El padre de Sele no está allí. Fue asesinado en 2011 por ser cristiano. «Sele nunca conoció a su padre, Salomón», explica Cecilia, la madre de Sele. Salomón fue asesinado cuando Sele tenía solo dos años.
Durante la celebración, Sele coge una foto de su padre. En ella solo se ve el perfil de Salomón, pero incluso desde ese ángulo, el parecido entre padre e hijo es claro como la luz del día.
«Mi marido murió en 2011, un domingo», comparte la madre de Sele. «Aquella mañana fue al mercado. Su primo había muerto y estaba preparando comida para llevársela a la casa de su familia».
Cecilia y los niños estaban esperando a Salomón en la casa de su primo cuando estallaron los ataques contra los cristianos en la ciudad. «Comenzamos a escuchar disparos y había humo por todas partes. En la última llamada que tuvimos, Salomón me dijo que debía irme a casa y cuidar de los niños. Dijo que todo en la ciudad estaba en llamas, pero que debía mantener la calma....».
«Mi corazón estaba atribulado, me senté y marqué su número varias veces, pero no hubo conexión».
Al día siguiente, Salomón todavía no había vuelto a casa. «Más tarde, ese mismo día, me dijeron que mi esposo había sido asesinado y su cuerpo había sido llevado a un hospital cercano a nuestro vecindario. Fui corriendo y vi su chaleco fuera, tirado en el suelo».
En el hospital, el médico le dijo a Cecilia que los muertos no habían sido llevados a ese hospital.
«Me dijo que cogiera el chaleco y me fuera a casa». Por la tarde, alguien vino a casa con una pala para enterrar a Salomón… «y en ese momento comencé a gritar y gritar».
«Cuando mi marido vivía, estábamos tranquilos. Era agricultor y atendía todas nuestras necesidades». ¿Cabría pensar que el sentido de paz y esperanza de la familia murió junto con Salomón?
La violencia contra los cristianos ha dejado a innumerables viudas y a sus hijos en una profunda lucha económica. Había muchas posibilidades de que Cecilia se convirtiera en una viuda más explotada por sus suegros o abandonada a su suerte sin apenas lo suficiente para mantener a sus hijos bajo techo, alimentados y en la escuela.
El día que mataron al padre de Sele, sus atacantes sabían que estaban golpeando el corazón del futuro de una familia cristiana. Pero Dios nunca abandonó a la familia de Sele y el plan de los atacantes fracasó. «Decidí aferrarme a Jesús», dice Cecilia.
Gracias a los tíos de Sele, actualmente su familia tiene una casa para vivir. «Esta casa que veis detrás de mí es una oración contestada; Dios me bendijo con ella», explica Cecilia.
«Mi preocupación sólo era alimentar a mis hijos y asegurarme de que fueran al colegio».
Cecilia se las ha arreglado para seguir cultivando sin su marido. Por las tardes y los fines de semana, la familia labra las tierras que rodean la casa. El duro trabajo agrícola es solo una de las muchas tareas que Sele y sus hermanos deben hacer para ayudar a poner comida en la mesa.
Para algunos niños, el campo que rodea su casa está tan lejano como su futuro, simplemente porque no hay dinero extra para la escuela. Pero gracias a tu apoyo, Sele puede ir a una escuela donde puede estudiar y soñar con tener un impacto en la vida de las personas.
La escuela de Sele no es una escuela cualquiera. El aula es sencilla, al igual que el mobiliario. Aun así, cada alumno tiene su propio escritorio y un maestro que, elegantemente vestido con un traje oscuro, imparte una lección bien preparada. Todo está muy estructurado y alejado de lo que podría haber sido: un lugar abarrotado donde los estudiantes tienen que luchar por un espacio para sentarse y apenas tienen suficiente material.
Sele es estudioso. En clase, se concentra y participa con entusiasmo.
«Me encanta mi escuela; mis maestros me enseñan muy bien y me están ayudando a convertirme en lo que quiero ser».
«Algún día, cuando sea mayor, me gustaría ser médico. Quiero salvar vidas y ayudar a la gente».
«Mi asignatura favorita es Matemáticas, me encanta hacer cálculos. Después de la escuela, me gusta leer mis libros y hacer las tareas. Si no voy al colegio me sentiré muy triste, ya que nunca seré el médico que me gustaría ser».
También es un lugar de crecimiento espiritual. Esta es una escuela cristiana donde Sele puede orar sin peligro y compartir su fe abiertamente. El emblema de la escuela, cosido en su camisa, comparte con orgullo su lema: «Temor de Dios».
La historia bíblica favorita de Sele es la de David y Goliat. «Quiero ser como David, que tuvo fe en Dios y derrotó a Goliat», dice.
Fuera, durante un descanso, Sele está con un grupo de amigos bulliciosos y enérgicos que parecen estar a punto de madurar.
«Quiero dar las gracias a los hermanos que me ayudan a pagar los gastos escolares; que Dios os bendiga».
El joven tiene un sorprendente sentido del estilo. Es fácil verlo cuando patea una pelota de fútbol pequeña y desinflada: la camisa abrochada hasta el cuello y los pantalones doblados para ocultar las costuras que se han quitado.
Ofrece una imagen feliz y saludable, y esto es gracias al Señor, quien le proporcionó una madre temerosa de Dios, una familia amorosa y una gran comunidad de hermanos en el resto del mundo que continúan facilitando su educación.
Cecilia también hace suyo este agradecimiento: «Doy gracias a Dios por Puertas Abiertas; me estáis ayudando. Me visitáis constantemente y siempre me apoyáis con los gastos escolares de Sele. Os damos muchas gracias. Después de recibir las notas de sus exámenes, Sele me pregunta si puedo llamar a la oficina para decirles que fue el primero de su clase».