Sanaz* es una mujer iraní que decidió seguir a Jesús hace 7 años, a pesar de que su vida estaba llena de dolor y traumas en ese momento. Su tío abusó sexualmente de ella cuando solamente tenía 7 años. Con 13, fue obligada a casarse, a los 15 tuvo su primer hijo y unos meses después se divorció. Tres años después, siendo apenas mayor de edad, volvieron a casarla forzosamente y se quedó embarazada de su segundo bebé, una niña; poco tiempo después, se volvió a divorciar.
«Era una niña sin identidad», recuerda Sanaz. «Todo me lo robaron a la fuerza, ya que tuve que casarme muy joven y poco tiempo después me divorcié. Perdí a mi madre en esa época, no tenía a nadie que me cuidara, estaba perdida. Un año después, me fui a vivir con un hombre que apenas conocía porque no quería vivir con mi padre, quien se volvió a casar después de que mi madre muriera. Tenía una vida miserable, no tenía a absolutamente nadie que me guiara, no tenía esperanza en mi vida».
Ante este panorama de vida en Irán (uno de los países más peligrosos del mundo para los cristianos), nos confiesa: «Pensé en suicidarme muchas veces, vivía con miedo todo el tiempo».
«Todo me lo robaron a la fuerza, ya que tuve que casarme muy joven. (...) No tenía esperanza en mi vida»
Sanaz se sentía enfadada y decepcionada, y a menudo también sola y rechazada. Todas estas experiencias la llevaron a refugiarse en las drogas, ya que pensaba que ese sería su única vía de escape de la horrible realidad que le había tocado vivir.
«Antes yo era muy irresponsable», reconoce ahora. «Abandoné a mi hija cuando ella tenía solo 4 meses de vida. Cuando abracé el cristianismo, ella ya tenía 12 años, y hasta ese momento solamente la había visto tres veces. También abandoné a mi hijo. Ellos vivían con sus padres sin saber que tenían un hermano o hermana. No tenía ganas de nada, mi vida era un desastre. Gastaba mis días en fiestas, drogas y relaciones tóxicas».
Tras varios años consumiendo drogas y tratando de lidiar con su dolor, pero sin encontrar ninguna solución, pensó en salir de Irán. Ahí fue cuando Sanaz escuchó hablar sobre el cristianismo, sobre cómo los cristianos sufrían persecución y no tenían otra opción que salir de Irán y buscar asilo en otro país.
«Es una buena excusa para irme de Irán y empezar una nueva vida en cualquier lugar», pensó en aquel momento.
Sanaz recordó que un amigo suyo también consumía drogas hasta que decidió ser cristiano y, con el tiempo, dejó de recurrir a las drogas. Por ello, decidió contactarle y hacerle creer que estaba interesada en el cristianismo. Le pidió a su amigo que le diera una Biblia y que la llevara a una iglesia.
«Me presentaron a un líder de la iglesia y después de eso empecé a ser parte de su pequeña comunidad y a asistir a sus reuniones», relata Sanaz.
Siendo una joven iraní con tanto sufrimiento, quería usar el cristianismo como una forma de huir del país. Sin embargo, en aquel entonces no podía imaginarse que Jesús estaba a punto de demostrarle que él realmente la ama y que quería conocerla y darle un cambio total a su vida.
«Conocí a Jesús una noche en un sueño», asegura Sanaz. «Fue un encuentro maravilloso. Todavía se me pone la piel de gallina al recordarlo. Supe quién era por lo que había escuchado de él durante las reuniones de la iglesia. Hasta me habló y me pidió que me quedara en Irán porque él tenía planes para mí aquí».
Después de experimentar el amor de Jesús, Sanaz le entregó su corazón. Ella estaba intentando llevar a cabo su idea de abandonar su país, pero debido al crecimiento de su relación con Dios, descubrió en su interior un profundo deseo de servir a las personas en Irán.
«Cuando conocí a Jesús, Él me salvó», afirma Sanaz. «Él me dio una identidad en Él. Yo nunca tuve una buena relación con mi padre, lo amaba, pero él nunca me mostró amor. Cuando sentí el amor de Dios como un padre celestial, realmente mi corazón vacío se llenó. Jesús transformó mi vida, ¡Él me dio vida!»
Sanaz está muy agradecida con los hermanos en la fe que la rodearon y oraron por ella cuando decidió vivir para Jesús.
«Mi fe estaba en un punto muy débil cuando decidí seguir a Jesús por primera vez», reconoce. «Cuando la vida se volvía a poner difícil, ¡yo quería huir y volver a cómo era antes! Sin embargo, mi pastor y los otros creyentes con los que estaba no se rindieron conmigo. ¡Alabo a Dios por haberme llamado a conocer la Verdad!».
Así fue cómo creció poco a poco en su fe a través de estudios bíblicos, mensajes, tiempos de alabanza y abriéndose a los demás.
Después de conocer a Jesús, Sanaz se convirtió en una persona diferente. «Jesús me sanó mental, física y espiritualmente. ¡Él me liberó! Dios me dio una vida organizada y sana junto a Él. Me convertí en una madre que cuida de sus hijos, y reparé mis relaciones rotas con ellos. Ahora que miro hacia atrás, veo que nadie más podría haber cambiado mi vida como lo hizo Jesús».
Con lágrimas de gozo, Sanaz asegura que la transformación en su vida fue tan notoria para los demás que muchos de sus amigos más cercanos también decidieron entregar sus vidas a Dios. «Quiero ser fiel a Jesús», afirma ella. «Él ha hecho muchos milagros en mi vida, y he visto sus milagros en la vida de otras personas dándole gloria a Él».
Como consecuencia de esta decisión de seguir a Jesús en todo, Sanaz quiso restaurar sus otras relaciones con las personas que amaba y compartir el evangelio con ellas. Así, descubrió que su padre y su hermano se habían vuelto adictos a las drogas desde que ella se fue de casa. «Después de haber perdido el contacto con ellos durante varios años, busqué a mi hermano y a mi padre, y me di cuenta de que lo habían perdido todo».
«Ellos se habían convertido en vagabundos. Eso me rompió el corazón. Sin embargo, debido a esta situación, conocí a muchas personas sin hogar. Creo que esa era la razón por la que Dios quería que me quedara y le sirviera en Irán, para servir a esta comunidad de gente sin recursos».
Dios le dio a Sanaz un corazón sensibe a los pobres y a los que no tenían hogar. Hoy, tanto ella como los miembros de su iglesia reciben formación en línea sobre liderazgo a través de los colaboradores de Puertas Abiertas. Todo ellos están reflejando activamente el amor de Jesús, no sólo con palabras sino con hechos: hacen tiendas de campaña para que las personas de la calle vivan allí y tres veces a la semana les cocinan comida caliente para quienes lo necesiten; también les dan ropa, y preparan material educativo básico para los niños que trabajan y no van a la escuela.
Como parte de su ministerio, Sanaz también visita a las ancianas enfermas, ora por ellas y les recomienda libros basados en enseñanzas cristianas para que los lean. También sirve a cientos de familias que viven en la pobreza, proveyéndoles mensualmente de paquetes de comida básica.
«Si no les llevo esos paquetes de comida, sus neveras estarían vacíos», asegura. «Los padres y algunas veces los niños están trabajando, pero aún así apenas tienen algo para comer».
Jesús liberó a Sanaz de las drogas y ahora ella ayuda con pasión a las mujeres que son adictas a estas sustancias tóxicas. «El año pasado envié a 19 jovencitas a una ONG que conozco para que se rehabilitaran. Las ayudé en ese proceso tan difícil. Yo he pasado por eso, y sé lo difícil que puede llegar a ser. Oro por ellas en el nombre de Jesús, algunas incluso han conocido a Dios como su salvador».
«Las ayudé en ese proceso tan difícil. Yo he pasado por eso, y sé lo difícil que puede llegar a ser»
Seguir a Jesús y servir a las personas en Irán no es algo que se pueda hacer sin riesgos, ya que se trata de uno de los países más peligrosos del mundo para los cristianos según la Lista Mundial de la Persecución. Sanaz también ha sido participe de eso.
«Conozco a muchas personas que viven apartadas del centro de la ciudad. Hay muchos pobres y necesitados que allí. Fui a visitarlos un día, estuve hablando con mucha gente, preguntándoles por sus necesidades. De pronto, un grupo de chicos se dieron cuenta de que toda la ayuda y la comida que les llevaba venía de parte de cristianos y empezaron a gritarme y a tirarme piedras. Corrí y me escondí en mi coche mientras conducía rápidamente y con mucho miedo lejos de allí; pude ver que uno de ellos seguía persiguiéndome y tuve que acelerar para escapar. Tras este incidente, para que no me localizaran, no utilicé mi coche por durante dos meses».
Ser mujer en Irán es una dificultad más, añadida a las que normalmente sufren los cristianos por su fe. «Estaba hablando con una chica sobre Jesús», recuerda Sanaz. «Ella recibió ayuda de nuestra iglesia, y quería conocer más. Sin embargo, cuando su padre se enfureció cuando escuchó parte de nuestra conversación. Él me gritó y me dijo que no dejaría jamás que nadie de su familia recibiera ninguna ayuda de parte de infieles como yo. Luego empezó a golpearme; como soy físicamente mucho más débil que él, terminé con algunas heridas».
A pesar de los golpes y el rechazo en todos los sentidos, los colaboradores de Puertas Abiertas le preguntaron a Sanaz por qué sigue realizando estas actividades de ayuda tan peligrosas.
«Por la transformación», responde ella con una sonrisa. «¡Jesús cambió mi vida, yo soy una prueba viviente de como Él cambia a las personas! [Por ejemplo] Vahid era un niño que me maldecía y me causó muchos problemas. Cuando le dije un simple «Jesús te ama», se detuvo. Hoy, Vahid trabaja conmigo repartiendo ayuda. Es muy alentador y de bendición para mí ser testigo de ese tipo de transformaciones en mi vida y en la de los demás. No es fácil, pero vale la pena».
Ahora, Sanaz pide oración por el ministerio que ella ejerce en su iglesia local. «La cosecha está lista», asegura. «Hay muchas personas que aún no han escuchado de Jesús, pero sus corazones están realmente dispuestos a recibir Su salvación. Pido oraciones para que Dios traiga más trabajadores aquí, ya que hay muchas personas sedientas por la verdad. Por favor, orad para que Dios continue protegiéndome a mí y a todos los hermanos que están sirviendo dentro y fuera de la iglesia, ya que ellos también sufren persecución y rechazo, y aun así siguen adelante sin miedo».
Hoy, Sanaz resplandece como un faro de esperanza en un país lleno de oscuridad: sirve con mucho amor a las personas de su país, demostrando la realidad del poder transformador de Dios en la vida de las personas. Ella ayuda a los pobres, a las mujeres jóvenes, a las personas con adicción a las drogas y a las que viven en todo tipo de situaciones desesperadas. También disfruta ahora pasando tiempo con sus hijos, recuperando el tiempo que perdió cuando ellos estaban creciendo. Sanaz está muy agradecida con Dios por la vida que tiene hoy, «¡Vivo para servir a Jesús!», exclama con una gran sonrisa.
Puertas Abiertas apoya la Iglesia en Irán a través de colaboradores mediante el ministerio online.
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