Ayesha* es madre soltera de tres niños y vive en el Cuerno de África. Es una somalí que no esconde ser cristiana. Para muchos, ella sería una paradoja andante: ser somalí implica casi irremediablemente ser musulmán.
Esta creyente es una de los cerca de un millón de somalíes que viven en la región del Cuerno de África. Pero el hecho de que resida fuera de las fronteras oficiales de Somalia no la hace menos somalí.
Cuando los colaboradores de Puertas Abiertas se reunieron con ella, tenían previsto pasar el fin de semana con sus tres hijos, Hussen*, Hassen* y Ali*. Sin embargo, ella cambió los planes bruscamente diciéndoles que ya habían hecho planes para volver a casa y se marcharían ese mismo día.
Nuestros colaboradores sobre el terreno no se sorprendieron. Esto suele ocurrir en las relaciones con los somalíes.
La gente de Somalia es claramente diferente a la de los demás países africanos orientales. Suelen hablar en voz alta, con un ritmo alto y, si no entiendes somalí, puedes confundir fácilmente sus bromas casuales con una discusión acalorada. Su entorno tan duro les ha moldeado en todos los sentidos. Sin embargo, los somalíes que han decidido seguir a Jesús son implacables en su convicción y representan un gran impulso para la fe en su entorno.
«Mi familia intentó quitarme a mis hijos por la fuerza; mi marido se marchó y se olvidó de todos nosotros a causa de mi fe cristiana»
Un extranjero le habló de Jesús a Ayesha hace casi 20 años, cuando estaba embarazada de su primer hijo, lo que la llevó a hacerse preguntas. «Investigué sobre el cristianismo y el Corán durante tres años y, después de eso, supe dónde está la verdad: decidí seguir a Jesús», recuerda.
Ayesha aprendió rápidamente que ser cristiana no le garantizaba el bienestar. «En cuanto abracé el cristianismo, empecé a tener muchos problemas», asegura. «Perdí a mi familia, a mi marido y a mi gente».
Se encontró condenada al ostracismo de su comunidad musulmana, lo que en la sociedad colectiva somalí equivale a quedarse sola en el desierto.
La situación no era mejor en su casa. «Cada vez que hablaba, mi suegra me decía: 'Cállate, eres una infiel; no puedes hablarnos como si fuéramos tus iguales'», se lamenta Ayesha.
«Mi familia intentó quitarme a mis hijos por la fuerza; mi marido se marchó y se olvidó de todos nosotros a causa de mi fe cristiana. Tras su muerte, crié a mis tres hijos yo sola». Aun así, la familia de su marido no dejaba que Ayesha transmitiera sus valores cristianos a sus hijos.
«Nuestras vidas se volvieron muy difíciles. Mis hijos necesitaban un medio de transporte para ir a la escuela. La familia de mi marido vino, y sus tíos me dijeron que les diera a los niños, diciendo:
'No tienes una vida que ofrecerles y no tienes nada para ellos; danos a nuestros hijos'. Mientras discutíamos, realmente creí que me los iban a quitar y mi espíritu se vino abajo. Argumentaban que yo había cambiado la religión de mis hijos; decían: 'Ella ha hecho que nuestros hijos sean cristianos, y eso es un gran pecado aquí’. Yo les dije: 'Yo no los hice cristianos, ya nacieron así'».
La familia ha intentado ya varias veces alejar a los hijos de Ayesha de ella y de Dios. «Les dijeron [a mis hijos]: 'Somos una familia rica. Os daremos una buena vida, os llevaremos a una escuela muy cara, a la escuela islámica: el Corán es la verdad, y podéis ser perdonados y ganar el paraíso'.
Pero mis hijos los rechazan».
Un domingo, Ayesha fue víctima de un ataque violento por su fe cristiana. «Estaba trabajando y, al final del día, cuando llegué a casa, delante de mi puerta, una mujer me apuñaló por la espalda con un cuchillo.
Cuando levanté la mano [y me di la vuelta], me apuñaló de nuevo cerca del corazón. Me derrumbé y me tuvieron que llevar al hospital; me dijeron que estaba sangrando mucho». Ayesha fue operada de urgencia para salvarle la vida y reparar los daños internos de las puñaladas.
Después, se enteró de que no fue una sola mujer la que la atacó, sino tres. Todas fueron detenidas, pero la propia familia de Ayesha salió en defensa de las mujeres. «Mi tío fue a ver a las autoridades y les dijo: 'Estamos agradecidos a esas mujeres que intentaron matarla, porque nosotros no pudimos hacerlo'», recuerda con tristeza Ayesha. «También les dijo: 'Es mi sobrina y nos alegramos de que estuvieran a punto de matarla, porque se ha convertido en nuestra enemiga y la gente nos insulta por su culpa».
Las mujeres fueron puestas en libertad, aunque Ayesha hizo todo lo posible por conseguir algún tipo de justicia. «Las llevé tres veces a los tribunales, pero no pasó nada», se lamenta.
Este atentado contra su vida le hizo cuestionarse su decisión de seguir a Jesús, y se sumió en una profunda depresión. «Estuve tomando medicamentos para problemas psicológicos durante tres meses», recuerda. «Decidí hasta 100 veces dejar de seguir a Jesús, pero no pude hacerlo. Decidí seguir siendo cristiana».
Dios ha utilizado todos los desafíos de Ayesha para fortalecer su fe. «La primera vez que oyes hablar de Jesús, es muy fácil, y quizá te lo tomas a la ligera», confiesa. «Pero la persona que cree y recibe a Jesús de corazón, no puede volver atrás pase lo que pase... las dificultades por las que he pasado me han hecho más fuerte en Dios.
Solamente hay que ver todo lo que pasó Jesús a pesar de ser Dios. Le persiguieron; Él soportó todo esto que yo también estoy sufriendo. Cuando recuerdas esto, te motiva a ser fuerte».
Hay varias iglesias en el país donde vive Ayesha, pero cualquiera que asista es inmediatamente tachado de forastero. «Ir a la iglesia no es fácil para nosotros», avisa. «Lo que nos viene bien es tener comunión en nuestras casas. Las iglesias están muy lejos [de nosotras] y hay que viajar mucho, pero la mayoría de las mujeres no pueden permitirse este viaje porque son jornaleras».
Su sufrimiento también la ha llevado a animar y sentir empatía por otros creyentes que pasan por situaciones similares. «Hay muchas madres como yo que perdieron a sus maridos a causa de su fe, y algunos de ellos murieron siendo cristianos. Todas tienen dificultades. A todos mis hermanos que son cristianos conversos del islam y son perseguidos, siempre les recuerdo el versículo que dice que los que siguen a Jesús deben tomar su cruz. Él no nos ocultó nada, ya nos avisó. Nos dijo la verdad: si quieres seguirle, carga con tu cruz, así que esa es la decisión que realmente tomas el día que eliges a Cristo.
«[A] cualquier persona que abrace el cristianismo, quiero decirle que aguante. Esto [nuestro sufrimiento] es una tentación, así que ora para que Dios guíe tu vida lejos de la tentación»
«[A] cualquier persona que abrace el cristianismo, quiero decirle que aguante. Esto [nuestro sufrimiento] es una tentación, así que ora para que Dios guíe tu vida lejos de la tentación, porque la gloria y el poder y el Reino te pertenecen. No tengas miedo; eres más fuerte que cualquier situación. Eres hijo de Dios.
Estamos salvados».
Los colaboradores de Puertas Abiertas en el Cuerno de África han estado al lado de Ayesha, apoyándola de muchas formas durante muchos años, desde pagando una parte de sus facturas médicas y ayudándola a poner en marcha un pequeño negocio, hasta proporcionándole atención postraumática. «Quiero dar gracias a Jesús», afirma Ayesha. «Él es quien me eligió entre toda la gente. Él me mostró la luz, y le doy gracias a Él... y a todos vosotros».
*Nombre ficticio e imagen representativa utilizados por motivos de seguridad.